jueves, 27 de abril de 2006

Vitaminas

Fruta carnosa recubierta
de terciopelo rosa,
cuando abierta,
de la mano de Eva
se me ofrece
y perezco,
pues Eva no perece,
ahogado en torrentes
de cálido licor almibarado,
que me inunda la mente
con su olor afrutado.

Desvarío, bizqueo,
intento respirar y lo consigo,
más no puedo apartarme
de aquel ojo de cíclope risueño,
en torno al cual el huracán avanza,
puesto que ya es mi dueño
y yo su Sancho Panza.

Los labios se me inflaman,
el corazón me late desbocado,
tanto late que parece de lata,
y aún no probé bocado.

Más ahora, engullo cuanto puedo
y en la boca varios gajos,
de la fruta carnosa,
me he metido, hasta que me rebosa.

Con mi lengua exprimo el fruto
que entre mis labios palpita
y el jugo fluye, bañando las encías,
y estando ya tan lleno,
le dejo ir y simplemente trago.

El viento arrecia contra los arenales,
nubes de polvo se elevan en el aire,
y mientras tanto,
el árbol de la fruta carnosa
no se mece,
parece que quisiera arrancarse.

La fruta está madura,
caerá, y yo con ella...