viernes, 13 de noviembre de 2009

Tarjeta sanitaria

La diputada de Unión Progreso y Democracia, Rosa Díez, hizo estas declaraciones el 30 de septiembre de 2009 en el pleno del Congreso, por ser una necesidad de la ciudadanía que pretende garantizar el acceso a la sanidad pública y evitar problemas reales como el de los ciudadanos que no son atendidos en algunas comunidades por tener la tarjeta de otra comunidad.

jueves, 12 de noviembre de 2009

A Mallorca voy

Volando, volando
a Mallorca voy, a Mallorca voy
Volando, volando
a Mallorca voy con mi canción.

Atención, atención,
volamos a 7.000
el vuelo 502 que despegó de Madrid.
Poco nos falta ya,
para poder divisar
la tierra que puso Dios
en medio del ancho mar.

Volando, volando
a Mallorca voy, a Mallorca voy
Volando, volando
a Mallorca voy con mi canción.

Dejen ya de fumar
ajústese el cinturón,
que vamos aterrizar
el vuelo 502
Gracias por su atención
en nombre del capitán,
que ustedes lo pasen bién,
en Mallorca junto al mar.

Volando, volando
a Mallorca voy, a Mallorca voy
Volando, volando
a Mallorca voy con mi canción.

Cantando, cantando
en Mallorca estoy,
en Mallorca estoy,
Cantando, cantando
en Mallorca estoy
en Mallorca estoy
en Mallorca
aquí en Mallorca.

Si tu me dices ven

Si tu me dices ven

Si tu me dices ven
lo dejo todo.
Si tu me dices ven
será todo para ti.

Mis momentos más ocultos
también te los daré,
mis secretos que son pocos
serán tuyos también.

Si tu me dices ven
todo cambiará.
Si tu me dices ven
habrá felicidad.

Si tu me dices ven,
si tu me dices ven.

No, detengas el momento
por las indecisiones.
Para unir alma con alma
corazón con corazón.
Reir contigo ante cualquier dolor,
llorar contigo,
llorar contigo será mi salvación.

Pero si tu me dices ven
lo dejo todo.
Que no se te haga tarde
y te encuentres en la calle
perdida, sin rumbo y en el lodo.
Si tu me dices ven
lo dejo todo

No, detengas el momento
por las indecisiones.
Para unir alma con alma
corazón con corazón.
Reir contigo ante cualquier dolor,
llorar contigo,
llorar contigo será mi salvación.

Pero si tu me dices ven
lo dejo todo.
Que no se te haga tarde
y te encuentres en la calle
perdida, sin rumbo y en el lodo.

Si tu me dices ven
lo dejo todo

Video con la música de la canción.

jueves, 29 de octubre de 2009

Campus de excelencia

Hoy he conocido a un personaje curioso. Le entrevistaban en un programa de televisión. Se trata de José Ramón Calvo, médico, investigador y conferenciante, que impulsa y dirige cada año el Campus de Excelencia, una iniciativa pionera y única en la que jóvenes brillantes de todo el mundo plantean proyectos innovadores y desarrollables a los máximos exponentes internacionales del saber científico, cultural, político, económico y empresarial. Estas son sus luces.

Los estudiantes e investigadores más prometedores son seleccionados en todo el mundo. Gracias al Campus de Excelencia, tienen la increíble oportunidad de compartir encuentros bis a bis con los más prodigiosos pensadores actuales, incluyendo una gran representación de Premios Nobel.

A lo largo de la entrevista dejo ver su victimismo por el "poco apoyo de las instituciones". Además también habla largo y tendido sobre los problemas del sistema educativo: la baja motivación y preparación del profesorado... Además parece ser que es uno de los teóricos del "constructivismo". Estas son sus sombras.

domingo, 11 de octubre de 2009

Suspiros

Somos un amasijo de recuerdos
y ese es el fin de nuestras vidas
acumular imágenes pasadas
desdibujadas, añoradas, queridas.

Soñamos un mundo inexistente
creemos recordar y es que inventamos
al igual que pasa en el presente
quisieramos que fuese
aquello que nosotros deseamos.

Nuestro ser con otro ser se encuentra
en los ojos del otro nos miramos
si una sonrisa tenemos en su cara
la acicalamos de deseos vanos.

De esa sonrisa hacemos amistad
la amistad la trocamos en amor
el amor se hace fidelidad
y todo porque ella sonrió.

Más para bien o para mal
cual a lechera que al mercado iba
nuestros deseos se pierden en el suelo
empapando el camino de la vida.

Y volvemos de nuevo
con las luces de una nueva mañana
deseando que se nos cumpla el lunes
lo que nos ha de ofrecer una semana.

sábado, 10 de octubre de 2009

Con signo de admiración !!!

Hay muchas cosas que admiro en los humanos. También hay muchas cosas que detesto, aunque estas las acabo olvidando. La inmensa mayoría de las cosas, sin más, las ignoro.

Admiro la paciencia de los chinos, van siempre hacia adelante, saben que llegarán, aunque tarden. Valoro el orgullo de los franceses y el sentimiento que tienen por lo suyo, aunque este sentimiento sea insufrible para el resto de los mortales. Me gusta la capacidad que tienen los rusos para producir tecnología con menos medios, como ocurre con el Soyuz y sus aviones. Envidio la capacidad de los alemanes para organizar racionalmente el trabajo y lo que con este se produce. Los norteamericanos tienen una gran capacidad para organizar la producción de objetos en grandes series, incluidas las armas y el uso que de ellas se hace (Este último detalle quizás no sea admirable). De los españoles es admirable la capacidad que tenemos para dejar pasar el tiempo tendidos al Sol, sin realizar ninguna otra actividad provechosa. También es admirable la capacidad que tenemos para soportar a nuestros políticos que, sin duda, casi ninguno de nosotros nos merecemos.

En el país de las maravillas

Hace dos meses tuve un sueño. En él caía por un agujero y cada vez avanzaba más deprisa. Frente a mí pasaban los acontecimientos a un ritmo vertiginoso. Tanto es así que me desperté sobresaltado, o eso creía yo.

Me senté sobre la cama y, en el espejo que cubre las puertas del armario empotrado, comencé a ver una película en la que trabajaban actores conocidos.

En una acera de la Gran Vía madrileña Jose Luis Rodríguez Zapatero, estirado sobre una tumbona de playa y en traje de baño, hablaba por teléfono. A lo que parece, al otro extremo de la comunicación se encontraba Mariano, el lider de la oposición. A su alrededor otros muchos bañístas remojaban sus píes en el agua que de unas cascadas caía sobre el asfalto. Los vendedores de helados y cervezas iban y venían como las vendedoras de sardinas, que van desde Santurce a Bilbao.

A partir de aquí se puede oir la conversación entre los dos líderes políticos (¿?), lo cual me sorprende, pues Zapatero no usaba un manos libres.

Por lo que pude entender de sus palabras, Rajoy estaba invitando al Presidente del Gobierno a una barbacoa en la que darían a conocer el acuerdo para aprobar los Presupuestos Generales del Estado del 2010. De hecho se trataba de aprobarlos sin los votos favorables del Partido Popular, pero también sin sus votos en contra. De esta forma, el Partido Socialista podría aprobar los Presupuestos sin necesidad de cargar con la cruz que supone el chantaje de los partidos nacionalistas por su apoyo a los presupuestos y a la llamada gobernabilidad.

Para acabar la conversación, Mariano Rajoy le recuerda al Presidente que ciertamente no son novios y que llegado el momento les pararán las iniciativas legislativas que resulten inaceptables para su partido.

Cuando se hizo el silencio tenía la carne de gallina, me había rejuvenecido unos 20 años y me había caído de la cama. Las imágenes del espejo se desvanecieron y me sentí a mi mismo entre las sábanas, en un estado soñoliento. Me volví a dormir y, a la mañana siguiente, al despertar, me entró un ataque de risa e impotencia que no pude cortar sin la ayuda de la única ducha fría que me he dado en toda mi vida.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Dieta mediterránea

Hoy me he hecho una ensalada de besos y de ojos, abiertos y cerrados. La he aliñado con unos abundantes mechones de pelo suave y le he dado un festín a mis sentidos.

Bebí su juventud a grandes sorbos y no sacié mi sed...

martes, 8 de septiembre de 2009

¿Se puede no ser nacionalista?

Es difícil desgranar lo que pueda significar ser nacionalista sin pasión. Mucho menos me atrevo a definir nación.

Para referirse a aquel sitio de donde se es, se usan las palabras país, nación, estado, patria. País suena bien, nación lo asoció a DNI y pasaporte, estado a administración de la hacienda y patria, ya se sabe, aquel lugar por el que sentimos aquello tan profundo.

Por si aclarase algo, que no creo. Si en un formulario se me pide que anote el país en el que vivo buscaría la opción de Spain, creo que de esta forma en el extranjero se harían mejor idea de en donde estoy. Dentro de España no vería la necesidad de aclarar en que país vivo. Cuando hablan desde fuera del estado lo tengo más claro. España es uno de los estados miembros de la Unión Europea. Curiosamente eso que desde fuera es claramente el Estado Español, desde dentro no resulta tan claro pues al parecer de algunos es el estado más las comunidades autónomas, más los ayuntamientos, más… Por lo que hace a la patria, para mí habría de decir que no existe, lo más parecido es un conjunto de rincones del pueblo en que nací, a los que vuelvo cada año, pero ya sólo de paso.

De lo que dije anteriormente no estoy muy seguro, por lo que me ruboriza pensar en comentar con nadie estas asociaciones de palabras.

Volviendo al nacionalismo. Es este un sentimiento político. Es decir con fines políticos. Y por fines políticos entiendo, la intención de influir en los poderes establecidos para, en este caso, modificar las instituciones de determinados territorios.

De entre los nacionalismos podemos ver dos tendencias antagónicas. Unos los nacionalismos aglutinadores, otros los nacionalismos disgregadores.

Con un ejemplo quedará más claro.

Entre los nacionalismos que buscaban sumar podrían citarse el italiano de Garibaldi, el alemán de Hitler o de la reunificación de 1990. (Pretender, como se pretende a veces, que la España de los Reyes Católicos es el fruto de una concepción nacionalista, a la manera del nacionalismo actual, me parece discutible).

Entre los nacionalismos disgregadores están los aparecidos en las diferentes comunidades autónomas españolas.

Para estos nacionalistas autóctonos el territorio (País, nación…) pasa a ser el sujeto de los derechos políticos. En este sentido se habla de los derechos históricos y la lengua de Catalunya, El País Vasco, etc. De esta forma los derechos de los ciudadanos pasan a un segundo plano muy por debajo de los derechos del territorio. Aquello que tanta sangre costó durante la revolución francesa, es decir, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pasa a estar tutelado por los politólogos del nacionalismo y se nos irá suministrando en la medida que demostremos ser buenos catalanes, vascos o leoneses.

¡ Hasta aquí podíamos llegar, si esto opinamos es que no somos más que unos nacionalistas españoles !

Yo creo que no, pero quien sabe.

lunes, 3 de agosto de 2009

Terrorismo

Que ETA siga matando o intentándolo, como ayer en Mallorca y el pasado miércoles en Burgos, despierta sentimientos extendidos de indignación y hastío que no facilitan precisamente la apreciación de matices y discontinuidades, inevitable -y hasta, diría yo, necesaria- cuando se aborda un fenómeno histórico que se ha perpetuado durante medio siglo. El comunismo soviético o el franquismo, por ejemplo, son totalidades cerradas y felizmente concluidas, en las que no sólo los historiadores reconocen transformaciones internas a lo largo de su existencia, pero, antes de la caída del muro o de la muerte de Franco, la mayoría de sus partidarios y enemigos tendían a percibirlos como permanencias o reiteraciones de unos acontecimientos originarios y arquetípicos, la Revolución de Octubre y el Alzamiento Nacional, respectivamente. Todavía en 1989 y en 1975, éstos se experimentaban como mitos, y no como historia. Timothy Garton Ash afirmaba, hace unos días, que la Segunda Guerra Mundial está a punto de convertirse definitivamente en historia, pues los últimos sobrevivientes de la misma van desapareciendo con celeridad. Es cierto, pero la victoria aliada no impidió que, desde la misma posguerra, se iniciase ya el debate de los historiadores, porque la Guerra Fría propició la revisión del esquema mítico que congelaba los cinco años de la contienda en pura epopeya de la democracia contra el fascismo. No ha sucedido lo mismo con ETA, sobre la que se ha escrito demasiada mitografía y poca historia rigurosa. El desdén con que habitualmente se recibe (salvo por una minúscula comunidad de especialistas) cualquier intento de clarificar su evolución, no se debe sólo a la incapacidad de divulgar conocimientos que caracteriza, con pocas y muy honrosas excepciones, a los profesionales universitarios de la historia y de las ciencias sociales, sino a la desconfianza de una opinión pública que exige poner fin al terrorismo en vez de analizarlo. Se trata de una reacción comprensible, pero no ayuda a sacudirse el mito y su tiranía emotiva, que puede cambiar de signo según la época. En los primeros años de la Transición, no resultaba cómodo sostener que ETA jamás había hecho nada por la democracia. La opinión dominante, y no solamente en la izquierda, era justamente la contraria. Se fue deslizando al otro extremo a partir de 1981, cuando se cifró en la organización terrorista la causa principal del golpe de Estado del 23-F. Pero, tanto en éste como en el cambio democrático, el peso de ETA -si tuvo alguno, que lo dudo- fue, como mucho, accesorio u ornamental.

Ralf Dahrendorf sostenía que el terrorismo «es casi exclusivamente una actividad de jóvenes seducidos por adultos», y creo que no se equivocaba. En sus orígenes, ETA fue un grupo juvenil muy reacio, en la práctica, al uso de la violencia, aunque no se recatase en teorizar sobre el mismo, como lo hacía la mayor parte de las organizaciones antifranquistas nacidas por los mismos años. Por ejemplo, el Frente de Liberación Popular, o sea, el Felipe, creado un año antes (1958). Al igual que los fundadores de este último, los de ETA procedían de las clases medias adictas al régimen y eran universitarios o asimilados, con pretensiones intelectuales y poco dados a la acción.

Junto a sus coetáneos del Felipe vasco, constituían la expresión de una disidencia generacional, la de los «niños de la guerra», que buscaba distanciarse lo más posible de sus mentores adultos, que no eran los derrotados, sino los vencedores. Pero tampoco manifestaban simpatía alguna -y sospecho que ni siquiera piedad- hacia los vencidos de la guerra civil. Los de ETA desconfiaban tanto del PNV como los del Felipe de los comunistas. Sus referencias ideológicas no eran españolas. Ni vascas. Miraban al exterior, a los movimientos anticolonialistas y a los críticos franceses del neocapitalismo. Leían a Sartre y a otros autores menos renombrados, como Franz Fanon y André Gorz, a los que Sartre elogiaba porque se declaraban sartrianos. Consideraban que, al margen de la especificidad del caso español, no habría más remedio que actuar con la determinación y la contundencia de los rebeldes argelinos o cubanos si se pretendía derrocar a la dictadura franquista y, de paso, hacer la revolución, pero no se daban demasiada prisa en pasar de la guerra imaginaria a la guerrilla activa en las calles de Bilbao o en la sierra de Cazorla, porque despreciaban a sus mayores, vencedores o vencidos, y ninguno de éstos se habría tomado la molestia de seducirlos y manipularlos.

De la generación española de intelectuales progresistas nacida entre 1920 y 1935 (puestos a ser rigurosamente orteguianos), hay motivos más que de sobra para guardarse como de la pelagra, y todos los fundadores de ETA pertenecían a la misma. Mientras fueron jóvenes, lo único que hicieron fue improvisar una subcultura de la disidencia que incluso tenía cierta gracia, porque no sólo arremetía contra el franquismo. Se encarnizaba, además, en los mitos nostálgicos de la vieja izquierda y del viejo nacionalismo, y eso resultaba muy refrescante. Pero, a finales de los años sesenta, los jóvenes de 1959 se habían hecho adultos y estaban en condiciones ventajosas, respecto de la generación anterior a la suya, para seducir a los más jóvenes. Así sucedió en el caso de ETA, cuya segunda generación, la que podría llamarse, con toda propiedad, del 68, dio el salto a la violencia, de una forma que muchas veces se ha definido como inopinada o aleatoria, pero que no lo parece tanto si se tiene en cuenta cómo había influido en ella el discurso de los padres fundadores. Su paso al terrorismo fue tan casual como el suicidio masivo -directamente o mediante la heroína- de la prole de los «niños de la guerra» devenidos intelectuales antifranquistas, esa generación dedicada a enterrar a sus hijos, de la que algún día habrá que hablar con la ferocidad que se merece.

La experiencia inicial del terrorismo fue tan disolvente y traumática para sus protagonistas que casi todos ellos se las ingeniaron para abandonar ETA antes incluso de que Franco muriera. Sin embargo, su breve trayectoria violenta había tenido ya un efecto imprevisto: la reaparición de una comunidad nacionalista que necesitaba identificarse, aunque sólo fuera simbólicamente, con la impugnación armada, no ya del franquismo, sino de España, y la anuencia de esa comunidad fue lo que impulsó a los residuales de la segunda generación de ETA a seguir adelante, ejerciendo sobre los jóvenes de la generación siguiente una seducción similar a la que ellos habían sufrido por parte de la generación fundacional. Este dispositivo de seducción, reforzado por la aprobación comunitaria, aseguraría la continuidad de ETA a lo largo de medio siglo de pederastia ideológica. Ninguno de los fundadores de ETA mató a nadie ni puso jamás una bomba, pero establecieron un modelo de reproducción del terrorismo que funcionará mientras el nacionalismo vasco, en su conjunto, siga necesitando afirmarse como radicalmente incompatible con España. No descarto que el PNV sea sincero cuando condena la violencia etarra, pero la reclama tácita y (prefiero pensarlo así) acaso involuntariamente cuando define el actual gobierno vasco como colonial o de ocupación. La bomba de Burgos se ajusta perfectamente a esa lógica victimista y victimaria.

Jon Juriasti

ABC (31-07-2009)

viernes, 31 de julio de 2009

PERMITIDME TUTEAROS, IMBÉCILES

Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Presidente de este Gobierno. Ex presidente del otro. Jefe de la patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros –aquí matizaré ministros y ministras– de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero que acabe el mes sin mentaros –el tuteo es deliberado– a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en todas las materias evaluadas.

Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumacia. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana –que, es cierto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural–, pasando por alto que durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el amigo Ansar y sus secuaces se estuvieron tocando literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la enseñanza pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo electoral, que cada cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete sistemas educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el País Vasco y Cataluña. Y en cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía, por ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en su feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de cargarle el muerto al «retraso histórico». O una ministra de Educación, la señora Cabrera, capaz de afirmar impávida que los datos están fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de maravilla, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy bien» y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene la sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el sms». Con dos cojones.

Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente –recuérdame que te lo comente la próxima vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia Española–. Deslumbrante, lo juro, eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres», aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos». Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la ciudadanía, tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p’alante. Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tenéis los políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el bajo rendimiento educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel Seco, Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José Manuel Sánchez Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Francisco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no, entre los que generacionalmente me incluyo. Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado.

Arturo Pérez-Reverte

domingo, 21 de junio de 2009

Crítica educativa

La desaparecida Editorial Unison dió refugio a un nutrido grupo de espíritus críticos con el actual sistema eductivo. Entre ellos se pueden citar:


LOS LÍMITES DE LA EDUCACIÓN, ISBN: 84-605-8902-1, Mercedes Ruiz Paz, octubre de 2000

LA ENSEÑANZA NEUTRAL, ISBN: 84-931070-1-8, Rafael Rodríguez Tapia, noviembre de 1999

LA EDUCACIÓN EN PELIGRO, ISBN: 84-931070-3-4, Inger Enkvist, diciembre de 2000

EL ESPACIO DEL PROFESOR, ISBN: 84-931070-5-0, Alicia de San José, mayo de 2001

EL ARCHIPIÉLAGO ORWELL, ISBN: 84-931070-7-7, Mercedes Rosúa, noviembre de 2001

EL FIN DE LA ESCUELA, ISBN: 84-931070-8-5, Michel Éliard, febrero de 2002

LA SECTA PEDAGÓGICA, ISBN: 84-932459-1-7, Mercedes Ruiz Paz, junio de 2003

LA GRAN ESTAFA El secuestro del sentido común en la educación, ISBN: 84-932459-5-X, Alicia Delibes Liniers, julio de 2006

LAS CLIENTELAS DE LA UTOPÍA, ISBN: 84-932459-7-6, Mercedes Rosúa, julio de 2006

La matemática difusa

David Blunkett, ministro británico de Educación y Empleo, acaba de anunciar (The Times 12 - 1 - 99) una inversión de 55 millones de libras para reforzar el aprendizaje del cálculo elemental en las escuelas utilizando las tablas de multiplicar y otros métodos tradicionales de enseñanza.

¿Qué es lo que está pasando con la enseñanza de las matemáticas para que un país superdesarrollado y con un sistema educativo de primera fila tenga que invertir más de 13.000 millones de pesetas para que los niños aprendan las tablas de multiplicar?

Si queremos acercarnos a una explicación que nos haga comprensible esta paradójica situación, se nos hace imprescindible conocer y analizar la historia y la evolución de las corrientes pedagógicas que han predominado en el Reino Unido a lo largo del último tercio de siglo.

En 1967, el Central Advisory Council for Education, conocido como Comité Plowden por el nombre de su presidenta, Lady Plowden, una antigua magistrada, urgió a todos los centros de Primaria británicos a adoptar un sistema de educación “progresista”.

Las teorías educativas del Comité se veían reforzadas por los estudios del matemático y psicólogo suizo, Jean Piaget, que sostenía la inutilidad de esforzarse en que un niño diera un paso determinado cuando no estaba suficientemente maduro para darlo él solo. Estos estudios, llevados al extremo, conducían a dejar el aprendizaje al libre albedrío del niño.

Por otra parte, en el aspecto sociológico, el comité fue influenciado por uno de sus miembros, Michael Young, que defendía que el exceso de conocimientos era un artificio inventado para que determinados grupos sociales aventajaran a otros.

En Gran Bretaña, al final de la enseñanza primaria se realizaba el examen llamado “11+”, que decidía el paso de los niños a las Grammar Schools o en caso de no superarlo, su ingreso en las Secondary Technical Schools o en las Secondary Modern Schools, de carácter menos académico. Gran parte de la sociedad británica criticaba esta situación que hacía depender de un solo examen y a una edad demasiado temprana, el futuro académico de los escolares. El Comité se hizo eco de estas protestas y con el argumento de que era mucho más sencillo para los ricos aprobar este examen, tomó la decisión de suprimirlo. Así nacieron las llamadas Comprehensive Schools, en las que se ingresaba a los 11 años y en las que se ofrecía la misma enseñanza para todos los alumnos hasta los 16 años.

El Comité Plowden desaprobaba las lecciones llamadas magistrales que se impartían al conjunto de la clase. También rechazaba la formación de grupos de distintos niveles de rendimiento académico. Propugnaba el fin de la memorización y preconizaba el aprendizaje a través del descubrimien-to.

Los cambios culturales y sociales de aquellos años 60 y los efectos prácticos de las directrices marcadas por el Comité Plowden hicieron que en los 70 el progresismo, como ideología y como modelo pedagógico, se hubiera convertido en ortodoxia.

Fue entonces cuando se dejaron oír las primeras voces de protesta. Se publicaron informes que alertaban sobre un empeoramiento en los resultados académicos. Este descenso de nivel se achacaba a la supresión de los exámenes “11+”. Además se culpaba a los métodos progresistas de la creciente indisciplina en las aulas.

En 1987, en un intento de frenar esta situación, el gobierno de Margaret Thatcher publicó una nueva Ley de Educación que establecía nuevos planes de estudio y exámenes de evaluación (Key Stage) para los escolares a los 7, 11 y 14 años.

La decisión del gobierno de llevar a cabo sus reformas se vio reforzada por un estudio, publicado en 1991, en el que se revelaba que un proyecto para mejorar los resultados académicos en la ciudad de Leeds y que había costado 26 millones de dólares se había saldado con un descenso de dichos resultados.

El autor del estudio y profesor de la Universidad de Warwick, Robin Alexander, el responsable de los planes de estudio, Chris Woodhead y el inspector de institutos de Bachillerato, Jim Rose, constituyeron un grupo de estudio al que se apodó de los Tres Hombres Sabios. El gobierno les encargó un informe urgente sobre los resultados de los distintos métodos didácticos que estaban en vigor. Su informe determinó que los resultados académicos habían descendido en los últimos años a causa de unos dogmas más que cuestionables que imperaban entre los profesores.

Todos esos informes y la extendida convicción en la sociedad británica de que su sistema escolar no estaba dando los resultados necesarios han influido de manera capital en el gran giro que el partido laborista de Tony Blair ha dado a la política educativa y en el nombramiento de David Blunkett como Ministro de Educación en 1997.

Hasta aquí, la historia del sistema educativo británico en los últimos años. Pero contemplar esta historia no es suficiente para comprender la razón por la que los escolares ingleses no son capaces de multiplicar.

Necesitamos saber cómo las corrientes pedagógicas impulsadas desde los años sesenta se han ido concretando en una forma determinada de enseñar matemáticas, y por qué se ha llegado a la dramática situación que intenta ahora corregir el gobierno de Tony Blair.

La extensión de las corrientes pedagógicas progresistas promovida por el Comité Plowden coincidió con la introducción de la llamada Matemática Moderna en las enseñanzas Primaria y Secundaria.

Esta reforma de la enseñanza de las matemáticas, que hizo furor en los países avanzados durante la década de los sesenta y que se introdujo en España con la Ley General de Educación de 1970, pretendía acelerar y aumentar la preparación matemática de los jóvenes.

El complicado edificio del álgebra clásica con sus castillos de operaciones con polinomios en los que aparecen todo tipo de exponentes fue sustituido por la teoría de conjuntos, por el estudio de las estructuras algebraicas y por el de las correspondencias y transformaciones, con la idea de que, familiarizándose con estos conceptos en edades tempranas la formación del futuro matemático sería más sencilla.

El fracaso de esa llamada Matemática Moderna se debió, entre otras razones, a la excesiva abstracción de la teoría de conjuntos y a la falta de preparación del profesorado que se vio forzado a explicar lo que en muchos casos no comprendía.

En Estados Unidos la Matemática Moderna había sido promovida desde los primeros años sesenta por el National Council of Teachers of Mathematics (NCTM) y bautizada allí con el nombre de The New Math.

Pero en 1973, el conocido matemático norteamericano, Morris Kline publicó su libro Why Johnny cant’ add: The Failure of the New Math[1] y dio el golpe de gracia a esa moda que, por otra parte, estaba ya siendo seriamente criticada aunque se había implantado en casi todos los sistemas educativos americanos y europeos.

La introducción de la llamada Matemática Moderna en las Enseñanzas Primaria y Secundaria empieza a saldarse ya en los años setenta con un fracaso indiscutible. Pero la experiencia de su implantanción, que había sido tan radical, dejó en herencia un progresismo pedagógico que busca métodos nuevos para conseguir que las dificultades inherentes a las Matemáticas desaparezcan y éstas queden al alcance de la mayoría de la población escolar. El último grito en la materia ha sido un nuevo movimiento, con cuna en California, que se conoce con los nombres de The New New Math[2], o Fuzzy[3] Math, entre otros.

En un artículo aparecido en The New York Review el 24 de septiembre de 1998, el famoso matemático Martin Gardner llama la atención sobre el fervoroso apoyo que el National Council of Teachers of Mathematics (NCTM) está dando a este nuevo movimiento y dice:
Recientemente el NCTM, demostrando haber aprendido poco del fracaso de la Matemática Moderna, ha emprendido otro movimiento de reforma que promueve nombres como The New New Math, Fuzzy Math, Standards Math y Rain Forest Math. Como sucedió en el caso anterior, este movimiento está creando agitación entre profesores y padres, especialmente en California donde se ha iniciado. Se ha estimado que en la educación primaria la mitad de los alumnos de Estados Unidos está aprendiendo con maestros preparados en la llamada matemática Fuzzy. La nueva moda está muy influida por el multiculturalismo, el ecologismo y el feminismo.
Entre las características de la metodología propia de esta Novísima Matemática se pueden señalar:
La utilización de una jerga peculiar, poco inteligible, en la que abundan los trabalenguas formados por tópicos propios de la llamada corrección política, tales como “Multiculturalismo”, “igualdad de sexos” (Equity-Gender), “Etnomatemática” ...
La sustitución de las explicaciones del profesor por actividades de los alumnos con el objeto de que descubran las cosas por sí mismos.
El abandono total de la memorización como método de aprendizaje.
La eliminación de las demostraciones rigurosas.
La formación de pequeños grupos en los que el profesor apenas interviene y se limita a actuar como guía silencioso (técnica empleada por los psicólogos en las terapias de grupo).
El planteamiento de problemas que se toman de aquí o de allá, evitando el orden sistemático. Los alumnos deben buscar respuestas; no se les debe decir cómo hacerlo. Lo importante es intentarlo, no el resultado.
El fomento del uso de calculadoras y de todo tipo de materiales.
La utilización de extensísimos libros de texto llenos de fotografías y dibujos en color, pero en los que es difícil reconocer el contenido matemático.
Una evaluación de los estudiantes de 13 y 14 años, realizada por la IEA (The International Association for the Evaluation of Educational Achievement) en 1995 en la que participaron 45 países de todo el mundo y que ha sido conocida con el nombre de TIMSS (Third International Mathematics and Science Study) provocó una gran conmoción y revuelo en la sociedad americana ya que Estados Unidos obtuvo unos resultados muy inferiores a la media internacional y apareció clasificado entre los últimos puestos.
La polémica sobre el sistema de enseñanza de las matemáticas está en plena efervescencia. En el estado de California, cuna de la Novísima Matemática, la primavera del año pasado los once miembros del Departamento de Educación recomendaron, con 10 votos a favor y una abstención, un amplio regreso a los aspectos básicos tradicionales en la enseñanza de las matemáticas, fijaron la edad para aprender las tablas y restringieron el uso de la calculadora, pidiendo a los maestros que no se utilizara antes de los 12 años.

Los defensores de la Novísima Matemática han reaccionado calificando la decisión del Departamento de producto de la nostalgia y de contribución al desastre del país.

Pero como, con toda sensatez, añade Martin Gardner en el artículo al que antes me he referido:
El conflicto es amargo y está lejos de resolverse. Pueden pasar muchos años antes de que se sepa con claridad cómo seleccionar los aspectos válidos de la Novísima Matemática, al mismo tiempo que se conservan aspectos importantes de los viejos métodos de enseñanza.
Los ejemplos de Gran Bretaña y Estados Unidos nos muestran cómo sus comunidades educativas están debatiendo apasionadamente este asunto y cómo, en muchos casos, se llega a pronunciar el mismo eslógan: “Recuperemos las tablas de multiplicar”

Mientras tanto, ¿qué ha sucedido en España?

Las corrientes pedagógicas progresistas, nos llegaron alrededor de los años 70. El hecho de que surgieran en el seno de la lucha antifranquista dio un carácter más trascendental a lo que, fuera de nuestro país, había sido sólo una nueva tendencia pedagógica. La escuela progresista se convirtió, en la España de los años posteriores a la muerte de Franco, en la única escuela de pedigrí genuinamente democrático.

La Ley General de Educación de 1970 escolarizó a todos los niños en un mismo sistema hasta los 14 años. La renovación de los planes de estudio que se produjo al abrigo de esa Ley incorporó la Matemática Moderna tanto a la enseñanza primaria como a la secundaria.

Cuando los socialistas llegan al poder, las teorías de Piaget, Young, Freire, etc. ya habían arraigado en el mundo escolar español. Entonces, los pedagogos que se instalan en el Ministerio de Educación vuelven sus ojos a la Comprehensive School británica y, fascinados por lo que tiene de igualitaria, deciden implantarla por ley en España. De ahí nace la L.O.G.S.E., que escolariza a los jóvenes hasta los 16 años dentro de un sistema igual para todos.

En el marco de esta Ley los encargados de elaborar el “currículo” de matemáticas, enterrada hace tiempo la Matemática Moderna, parecen haber fijado su atención en esa Novísima Matemática anglosajona y en ella haber inspirado sus decretos y su “hiperprogresista” metodología.

Así, los representantes de nuestra Novísima Matemática, como los de la americana New New Math redactaron un “currículo” en una jerga muy particular, de la que puede ser muestra este trozo que transcribo directamente del “currículo” oficial:
Las matemáticas han de ser presentadas a alumnos y alumnas como un conjunto de conocimientos y procedimientos que han evolucionado en el transcurso del tiempo, y que, con seguridad continuarán evolucionando en el futuro. En esa presentación han de quedar resaltados los aspectos inductivos y constructivos del conocimiento matemático, y no sólo los aspectos deductivos de la organización formalizada que le caracteriza como producto final. En el aprendizaje de los propios alumnos hay que reforzar el uso del razonamiento empírico inductivo en paralelo con el uso del razonamiento deductivo y de la abstracción.” (Real Decreto 1345/1991, de 6 de septiembre, por el que se establece el currículo de la Educación Secundaria Obligatoria, B.O.E. del 13-IX-91)
Tranquilícese el inocente lector, este presuntuoso lenguaje no oculta secretos para él desconocidos de la Ciencia Matemática, es sencillamente parte de la jerga tontivana que, si en un principio arrancó nuestra sonrisa, empieza ya a helarnos la inteligencia.

Los actuales defensores de esta Novísima Matemática no quieren ni oír hablar de que el Ministerio de Educación elabore ninguna norma que modifique uno solo de los aspectos del “currículo” que lograron establecer y la única reforma que aceptan y propugnan es un incremento del gasto público para seguir experimentando su modernísima metodología.

Ante la crítica que, desde muchos ámbitos se hace, en el sentido de que en la L.O.G.S.E. los contenidos que deben explicar los profesores y aprender los alumnos están poco definidos, expresan su convencimiento de que lo importante no es lo que se enseña, sino la forma de hacerlo, ya que de ahí nacerá la actitud que el alumno tome hacia las matemáticas y niegan la facultad de las administraciones educativas para fijar esos contenidos con una mayor precisión.

El “currículo” oficial encomienda a los profesores la tarea de elaborar sus programas y fijar los contenidos, atendiendo a las características de cada centro. Pero esta previsión no se cumple y son las editoriales las que están definiendo dichos programas. Algunas, temiendo no acertar con una sola línea expositiva, han sacado al mercado dos textos con tratamiento y ordenación de la materia muy diferente. Otras, después de editar los textos de cada curso han modificado sus contenidos y sacado nuevas ediciones. Se puede asegurar que entre editoriales, profesores y padres reina un absoluto desconcierto.

Cuando el equipo de Esperanza Aguirre pidió la colaboración de los estamentos matemáticos para poner un poco de orden en esta caótica situación, los “fundamentalistas” de la L.O.G.S.E. negron que existieran otras necesidades que aquellas que pudieran resolverse con un aumento del presupuesto.

Además tachan de nostálgicos, elitistas e insolidarios a los que proponen una revisión crítica de la actual situación en las aulas, y pretenden seguir controlando para siempre, con la que llaman su renovación permanente, todo el aparato educativo.

Es importante abandonar posturas sectarias para reconducir con sentido común la situación y aprovechar la experiencia de americanos y británicos para evitar a la sociedad un gasto de tiempo y dinero que puede resultar totalmente inútil.

La escolarización en un sistema único hasta los dieciséis años plantea a los educadores la doble tarea de elaborar un programa al alcance del ciudadano medio sin descuidar la formación del futuro científico. No parece evidente que el programa que mejor puede cumplir ambos objetivos es aquel que está más vacío de contenidos.

Por un lado, existe un “cuerpo matemático básico”, que todo ciudadano ha de conocer. Es pues, obligación de los profesionales de la enseñanza de las matemáticas definir sus contornos y contenidos y articular una programación que garantice el acceso de los estudiantes a ellos.

Y por otra parte, no podemos aceptar que un afán desmedido de igualitarismo nos haga descuidar la formación de los futuros científicos, economistas o ingenieros que necesita nuetra sociedad. Tanto más cuanto que en los ultimos años se viene constatando en nuestras Universidades una creciente preocupación por el descenso de nivel que presentan los estudiantes cuando comienzan su carrera univesitaria.

Los llamados modernos métodos pedagógicos están basados en la ingenua creencia de que si se presentan las matemáticas de forma divertida se despertará entre toda la población juvenil una intensa fascinación por la belleza de esta ciencia. Hay muchos jóvenes de 15, 16 o 17 años que se aburren profundamente en la escuela, ya se les enseñe matemáticas o conocimiento del medio, no son permeables a ningún tipo de motivación en el aula, viven pendientes de su fin de semana callejero. Sería absurdo pensar que una presentación menos rigurosa de las matemáticas pueda atraer a ese sector juvenil.

Es responsabilidad de todos los implicados en la tarea de enseñar buscar y seleccionar con prudencia lo que de bueno tiene la moderna pedagogía y no cerrar las puertas de la didáctica matemática a ciertos usos tradicionales que han demostrado su eficacia durante siglos.

Existen contenidos matemáticos que todos los ciudadanos deben conocer, que les van a ser necesarios para desenvolverse en su trabajo por poco cualificado que éste sea. No les privemos de ellos en un afán desmedido de experimentación metodológica.

Busquemos, al mismo tiempo, la forma de despertar en nuestros futuros universitarios el interés por esta Ciencia haciendo atractivo su aprendizaje pero sin disimular sus dificultades y permanezcamos vigilantes para, en ningún caso, frenar el desarrollo de sus aptitudes naturales.

[1] Editado en España en 1976 con el título “el fracaso de la Matemática Moderna”

[2] Podríamos traducirla por Novísima Matemática

[3] Fuzzy Set es un tipo especial de conjuntos que en matemáticas se ha traducido
por “conjuntos difusos” o también “conjuntos borrosos”

Alicia Delibes

sábado, 20 de junio de 2009

Entrevista con Inger Enkvist

Inger Enkvist, experta internacional en materia educativa, nos da su opinión sobre el modelo de educación actual.

Adrián Begoña (coordinador del área de educación en Unión Progreso y Democracia, UPyD) entrevista para AS21 a Inger Enkvist y repasa con ella algunos puntos críticos del sistema educativo.

Inger es catedrática de español en la Universidad de Lund, Suecia. Ha traducido al sueco la obra de Vargas Llosa y de Juan Goytisolo. Posee larga experiencia como docente tanto de primaria, como de secundaria y universidad. Ha publicado múltiples obras sobre pedagogía, es asesora del Ministerio de Educación sueco y se ha especializado en la comparación entre los sistemas de educación en diferentes países.

En febrero de este año fue invitada por el Parlamento Catalán como experta y criticó allí que la nueva Ley de Educación Catalana obviara problemas fundamentales, como la acogida de alumnos inmigrantes o la baja calidad del sistema. En abril fue invitada a Madrid por la Fundación de las Cajas de Ahorros para presentar su estudio “La influencia de la nueva pedagogía en la educación: el ejemplo de Suecia”. Con ocasión de su visita, tuvimos la oportunidad de entrevistarla y recabar su opinión sobre temas candentes en los sistemas educativos europeos.

¿Qué opinión le merece el estado actual de la educación en Europa?

El estado actual tiene una relación con el bienestar del que hemos gozado durante casi medio siglo. Creo que el problema empezó por los años 60, no sólo por la expansión de la educación, porque eso en sí no es un problema, sino porque al mismo tiempo decidimos hacer las cosas más fáciles para los jóvenes. Se pensó que no era necesario pedirles y exigirles tanto y se iniciaron una serie de reformas “light” para reducir el trabajo en casa, tener menos exámenes, eliminar pruebas de reválida, etc. Paso a paso se ha ido eliminando la idea de la educación como esfuerzo por parte del joven y nos hemos acercado a algo así como la “educación por ósmosis”: estando en un establecimiento escolar, el alumno aprende sin mucho esfuerzo. Y esto lo hemos hecho, antes o después, en casi todos los países de Europa Occidental. Por eso los países de Europa Oriental han abierto mucho los ojos cuando han visto que los países más exitosos económicamente habían dejado atrás las exigencias escolares y se ha visto que a veces alumnos que vienen de países como Polonia tienen ventaja frente a alumnos de Europa Occidental.

¿Cómo es posible que el Informe PISA señale que Finlandia aventaja claramente a otros países de su entorno, como Suecia, Dinamarca o Noruega, o a otros de larga tradición educativa como Francia?

Yo creo que por una “suerte” histórica en este caso. Finlandia tuvo una guerra civil después de la Primera Guerra Mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial fueron atacados por la Unión Soviética, murió mucha gente y después, algo muy curioso, tuvieron que pagar una reparación de guerra. Es decir, no tuvieron dinero para hacer esas reformas educativas tan optimistas que se introdujeron en el resto de Europa Occidental. Así que, por haber llegado tarde al bienestar económico y también por sus experiencias históricas, Finlandia no se ha dejado tentar por ese facilismo escolar en el que hemos caído otros países. Cuando uno habla con los profesores finlandeses, o lee los documentos escritos por ellos, queda claro que ellos no tienen ningún método pedagógico especial. Lo que hacen es tener buenos profesores y exigir un buen nivel de conocimientos a los profesores desde el preescolar. Exigen trabajo a sus estudiantes y han mantenido exámenes como la reválida de Bachillerato. Tienen exámenes para entrar a las diferentes carreras universitarias y hay númerus clausus en casi todas ellas. Han mantenido estructuras que otros países han dejado atrás y les va bien. Muchas veces pienso que si Suecia no hubiera entrado en el camino de las reformas, que empezó más o menos en 1970, hubiéramos tenido una ventaja enorme respecto a Finlandia, que siempre fue un “hermano menor” para los suecos.

¿Piensa que un sistema educativo deficiente puede deteriorar la convivencia democrática de un país?

Creo que hay una relación estrecha entre la educación en la escuela y el buen funcionamiento de una democracia. Pienso como Sarmiento , el antiguo presidente argentino, que estamos educando al soberano. Una escuela que funciona bien enseña una actitud analítica frente al mundo, enseña el esfuerzo y enseña que detrás del esfuerzo hay una recompensa. Eso son principios sociales muy útiles para la convivencia. Lo que hicimos en buena parte de Europa fue quizás dejarnos tentar por el bienestar y pensar que todo consistía en recibir, recibir y recibir, y que los ciudadanos podemos pedir todo al Estado, que tiene obligaciones con nosotros, mientras que nosotros solo tenemos derechos. Esto, claro, es un tipo de razonamiento mágico, porque el Estado somos nosotros! En una buena escuela se aprenden conocimientos, se aceptan reglas en común y se adquiere una actitud analítica frente al mundo. Una escuela que transmite que solo tenemos derechos, que todo es fácil y que uno no tiene que dar cuenta por sus acciones, es muy perjudicial para la convivencia democrática.

¿Qué opinión le merece la situación de la enseñanza en España? ¿Qué podría hacer nuestro Parlamento para mejorar la calidad del sistema educativo?

Lo que creo que hay que volver a hacer, tanto en España como en otros países, es precisar claramente lo que debe aprender un alumno cada año, o por lo menos cada ciclo escolar. Si dejamos que los alumnos sigan adelante sin tener el nivel necesario, el aprendizaje se hace imposible, y la convivencia se deteriora. Esto no era tan necesario cuando la gente vivía en el mismo lugar durante largo tiempo, pero ahora hay tanta movilidad, que hay que introducir un poco más de estructura. Y creo que también tenemos que preguntarnos si deben estudiar juntos los estudiantes solo por tener la misma edad. Yo sé que esto es un tema tabú, y que nadie quiere tocar este asunto, pero tenemos que preguntarnos si todos los cursos escolares son un beneficio social al que todos tenemos derecho, o si hay que ganarse estar en cierto año escolar.

Otro aspecto muy importante es la conducta. Durante mucho tiempo los políticos han quitado a las escuelas, a los directores y a los profesores todos los instrumentos para exigir cierta conducta por parte de los alumnos. En Suecia y en otras partes de Europa hay muchas escuelas que son ingobernables porque los adultos no disponen de medios para mantener el orden, o para proteger a ciertos alumnos frente a otros. Los políticos necesitan valor para devolver la autoridad a los adultos. Los políticos también necesitan valor para terminar con la burocracia, porque es algo que han introducido ellos en las escuelas. Los profesores deben trabajar con el aprendizaje de los alumnos y deben estar enfocados a obtener buenos resultados. Si se les imponen muchas tareas administrativas, eso les quita tiempo y concentración para su tarea principal, que es enseñar, y eso disminuye la calidad.

En resumen, propongo tres medidas que son más políticas que pedagógicas: definir claramente el aprendizaje de cada año, asegurar unas reglas de conducta y combatir la burocracia.

Sin embargo, aquí en España el Gobierno no se ha adentrado en ese camino, pero ha anunciado que va a regalar un portátil a cada alumno de quinto de primaria. ¿Piensa que es una medida eficaz?

No. Esas son las ilusiones de la modernidad. En Suecia hay gente que piensa que la escuela anda mal porque no es suficientemente moderna, pero hemos tenido varias experiencias para fomentar el uso de la tecnología en la escuela y no han mejorado los resultados o han llegado incluso a empeorar. Y esto se explica porque la tecnología quita tiempo para lo que es esencial: el aprendizaje de conocimientos precisos y del lenguaje. Y además, esto es irónico, para aprovechar bien la informática, el joven debe dominar el lenguaje y debe tener un montón de conocimientos precisos sobre el mundo. Y es precisamente eso lo que queda relegado cuando hay un gran énfasis en la informática. Así que, la informática es un instrumento magnífico para los profesores y para las personas que ya han terminado la etapa de formación. Pero no hay que creer que una herramienta que es muy útil para una persona ya formada, lo va a ser también para una que está en proceso de formación. Cada cosa a su momento.

Nos consta que ha leído el programa electoral en materia de educación de UPyD. ¿Le parece acertado? ¿Echa de menos alguna propuesta?

Me parece muy acertado, y en particular me he fijado en dos cosas. Eso de que el programa hable de una educación en común, de un currículum educativo común para todo el país, me parece muy acertado. ¡Es que no se puede hacer otra cosa! Es muy difícil mantener cohesionado un país sin tener un currículum en común. Ha sido un error entregar tantas competencias a las Autonomías. Si ahora estamos hablando de armonizar los diplomas europeos, es ir contracorriente el introducir diferencias dentro de un país. Además, los alumnos se mudan cada vez más, de región o de país, y por eso necesitan un currículum en común para no perder años escolares, o quedar descolgados de sus compañeros. Tenemos el ejemplo de Estados Unidos, que tiene un currículum diferente para cada estado, y eso se señala siempre como un problema para la calidad de la educación.

Otra cosa que me gusta mucho es lo que se dice sobre una lengua en común. Creo que un país debe tener una lengua en común, y después las regiones deben poder añadir otra. Tanto a propósito de la lengua como del currículum, creo que hay que tener una base en común, y después que cada región añada lo que quiera. Pero sustraer de lo común me parece una equivocación, una forma de encerrar a los alumnos en su región, y de socavar el valor de los diplomas. Si añadimos al facilismo escolar del que hablamos anteriormente, currículos regionales, absentismo en los colegios y un énfasis en la tecnología más que en los conocimientos, nos queda como resultado una educación muy fragmentada y nada sólida.

Para forjar una cultura son necesarios elementos en común. Uno podría decir ¿pero por qué elementos en común? Si no tenemos elementos en común con nuestros vecinos, colaboradores, compañeros de trabajo, etc., entonces nos cansa mucho la convivencia, porque siempre va a haber que negociar lo que se dice, lo que no se dice, lo que se entiende, lo que no se entiende... Se puede hacer, pero también necesitamos el tipo de descanso que supone tener en la vida laboral, en los círculos en los que nos movemos, algunas cosas que son evidentes. Eso es tener una cultura en común, y lo necesitamos para desarrollarnos y poder enfocar nuestra atención en otras cosas. Si no, toda nuestra atención va a quedar absorta en la simple convivencia. Es un asunto importante a tomar en consideración.

Respecto al tema de la inmigración, ¿existen experiencias exitosas en países en cuanto a su acogimiento escolar?

Casi todos los países tienen aulas de enlace y después introducen a los alumnos en las clases ordinarias por su edad. Creo que se están cometiendo injusticias, tanto para los alumnos inmigrantes, como para el resto de alumnos. Si los alumnos inmigrantes tienen el mismo nivel de conocimientos y de lengua que el resto de la clase, entonces no hay ningún tipo de problema. Pero si no tienen el mismo nivel, entonces no van a aprovechar la clase y van a frenar al resto de compañeros. Yo sé que decir esto es polémico, pero lo que vemos en España y en otros países, es que si hay inmigrantes que son introducidos en el aula sin tener en cuenta nada más que su edad, se produce un retraso en el aprendizaje de todos, y como consecuencia algunas familias sacan a sus hijos del colegio. Esto es negativo que suceda, pero va a seguir pasando si los alumnos inmigrantes no están en un aula con el nivel que corresponde a sus conocimientos.

En España hay casos de chavales que prácticamente no han pisado una escuela en su país, que al llegar aquí han sido introducidos en 48 horas en un aula atendiendo únicamente de su edad. Quizás habría que defender el derecho del alumno inmigrante a entender lo que se está hablando en clase, el derecho a ser integrado en un curso adecuado a su nivel…

Yo leí hace años un trabajo que me impresionó mucho, de un norteamericano que se llama Richard Light. Había entrevistado a muchos estudiantes de Harvard, como 10.000, o cosa así y esos chicos destacaron sobre todo dos cosas sobre lo que había sido la gran experiencia de haber estudiado la licenciatura en Harvard: primero, había sido una gran experiencia haber hecho trabajos individuales escritos con algo de investigación; segundo, había sido una gran experiencia estudiar en un ambiente con personas de diferentes culturas, pero con las que compartían un mismo nivel y unos mismos intereses. Eso es algo que falla en las aulas de muchos colegios, porque los alumnos no siempre tienen un mismo nivel, ni unos mismos intereses. Por lo tanto, hay que manejar bien la multiculturalidad, porque la multiculturalidad es un enriquecimiento bajo ciertas condiciones y hay que crear esas condiciones. No es un enriquecimiento automático y eso es algo que en general los políticos no quieren ni tocar.

Para terminar, en febrero fue invitada por el Parlamento Catalán, al debate sobre la nueva Ley de Educación Catalana ¿Tomó en cuenta el Parlamento Catalán alguna de sus recomendaciones?

Me habían invitado para dar mi punto de vista sobre algunos puntos de la Ley, pero tampoco tienen ninguna obligación de aceptar mis observaciones. Yo me siento honrada por haber sido invitada, y si sirvió para algo, mejor que mejor.

jueves, 28 de mayo de 2009

Almas y cosmología

En el Universo no hay nada más que energía. De esta energía una parte es materia y la gran mayoría radiaciones diversas.

¿ Y el alma ? ¿ Es una onda o un corpúsculo ?

Fácilmente se puede contestar que tanto importa. La mayoría de los mortales no se pueden imaginar ni las ondas ni los corpúsculos. Y el alma existe, aunque tampoco nos la podamos imaginar. Pero puestos a no imaginar ni el alma, ni las ondas, ni los corpúsculos, mejor ser inmortal. Y el alma es inmortal…

Ahora la otra pregunta.

En un universo en expansión, las almas situadas en ese cielo indefinido, ¿ También se alejan de nosotros ?

domingo, 24 de mayo de 2009

EL PRESIDENCIALISMO ENCUBIERTO O LA TRANSFORMACIÓN DE UN RÉGIMEN POLÍTICO

· El 2 de julio de 2008, en el Colegio de Abogados de Barcelona, el Catedrático y ex Magistrado del Tribunal Constitucional, Manuel Jiménez de Parga, disertó sobre un tema de rabiosa actualidad y de una trascendencia capital para la higiene y la salud políticas: 'El presidencialismo encubierto o la transformación de un Régimen Político'.

· El profesor M.J. de Parga empezó su disertación citando varios artículos de la Constitución Española vigente, según los cuales nuestro régimen político es un régimen parlamentario (art. 3.1. “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”; art. 66.2. “Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuyen la Constitución”; art. 101.1. “El Gobierno cesa tras la celebración de las elecciones generales, en los casos de pérdida de la confianza parlamentaria previstos en la Constitución, o por dimisión o fallecimiento de su Presidente”). Según estos preceptos, el poder reside en el Parlamento o Cortes Generales, de las que se derivan el Gobierno y las demás instituciones.

· Ahora bien, a pesar de los preceptos citados y de las previsiones constitucionales, en la práctica, nuestro régimen político es más bien presidencialista: el poder tiene su sede en el Presidente del Gobierno, que hace y deshace e impone al Parlamento sus decisiones, y no en la sede parlamentaria. Esta transformación de nuestro régimen político no es un fenómeno exclusivo y característico de España. Se trata, más bien, de una metamorfosis generalizada en numerosos países. Para explicar esta transformación (pasar de un “régimen parlamentario” a uno presidencialista), M.J. de Parga aportó dos argumentos contundentes y muy convincentes.

· Por un lado, citó el “tipo de partidos políticos” que existen en España. A lo largo de la historia ha habido diferentes tipos de partidos políticos: partidos de notables, partidos de masas y partidos de electores. Hoy, sin embargo, en nuestro país, lo que existen son “partidos de empleados”: partidos formados por afiliados que están a sueldo de la organización o que han conseguido o van a conseguir un puesto de trabajo, fruto de la conquista del poder (local, autonómico o nacional) por parte de los diferentes partidos en liza. Esto hace que los militantes y los elegidos en las diferentes contiendas electorales estén domesticados y sean sumisos a los dictados del jefe del partido o del Gobierno. El Profesor M.J. de Parga contrapuso los políticos de hace 30 años (personas que se ganaban la vida en actividades profesionales privadas, fuera y alejadas de la política) a la mayor parte de los políticos actuales de España (personas que no tienen oficio reconocido, que no se sabe cómo se han ganado la vida y que nunca se han ganado la vida fuera de la política; es decir, personas cuya biografía profesional se reduce a la vida en el partido). Esta clase política ha favorecido el paso del régimen parlamentario al régimen presidencial.

· El otro argumento que milita a favor del presidencialismo es el “sistema electoral” imperante en nuestro país. Según el profesor M.J. de Parga, nuestro sistema electoral se caracteriza por tres rasgos fundamentales.

· Por un lado, el Real Decreto-ley de 1977, que reguló las primeras elecciones, pero que tenía carácter transitorio y que pretendía reducir la “sopa de letras” de los excesivos partidos políticos, favoreció a los “partidos mayoritarios”. Cuando se votó la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, de 19 de Junio de 1985, lo que en un principio se dijo “que sería provisional” (para salir del paso) se consolidó y, por eso, hoy tenemos dos grandes partidos nacionales. Este statu quo, que no favorece la representación de las minorías, no ha sido puesto en tela de juicio por ningún partido mayoritario, a pesar de la desafección de una parte importante del electorado.

· Otro rasgo definitorio de nuestro sistema electoral son las “listas cerradas y bloqueadas”, elaboradas por la cúpula de los partidos para que los candidatos fieles y sumisos al “jefe”, pero no los más preparados, puedan ganarse la vida. De ahí el nivel de preparación y de formación deficiente de la mayor parte de los componentes de los distintos Parlamentos (tanto del nacional como de los autonómicos). Ante este estado de cosas, el Profesor M.J. de Parga se preguntó si las “listas abiertas” podían ser la solución. Para él, esta alternativa no ha dado los resultados deseados y esperados. Por eso, él preconiza la solución adoptada por el sistema electoral alemán, que funciona positivamente: los votantes utilizan dos papeletas (una con una lista cerrada y la otra abierta).

· Finalmente, el último rasgo distintivo de nuestro sistema electoral se refiere a los “gastos excesivos” de las campañas en España. A los partidos les faltan medios económicos y estos gastos hay que pagarlos y alguien tiene que hacerlo. Y los que han pagado (los poderes económicos) pasan religiosamente después la factura, lo que distorsiona y perjudica el funcionamiento democrático tanto de los partidos como de los Parlamentos y de los Gobiernos. El profesor M.J de Parga ilustró esta dependencia de los poderes económicos con una anécdota de su etapa de ministro de uno de los Gobiernos de UCD (se tomaron ciertas medidas a favor de las compañías eléctricas para resarcirlas por las ayudas recibidas para financiar la campaña electoral).

· A pesar de los aspectos indeseables en el funcionamiento de los partidos políticos, éstos son necesarios y preferibles a los “grupos de presión o de intereses”, que reemplazaban a los partidos durante el Régimen Franquista. Por otro lado, hoy, según el Profesor M.J. de Parga, un mundo nuevo está surgiendo gracias al desarrollo tecnológico (teléfonos móviles, Internet, periódicos digitales, medios de desplazamientos espaciales rápidos y cómodos, etc.). Y muchos de los problemas presentes, consecuencia de un “presidencialismo encubierto”, se podrían solucionar si se hace un buen uso de estos nuevos medios modernos.


© Manuel I. Cabezas

jueves, 23 de abril de 2009

Crisis económica

SANTIAGO NIÑO BECERRA 13/04/2009

Lo que está pasando. Para salir de la gravísima crisis económica a la que se enfrenta el mundo hay que acabar con el despilfarro, tenemos que ser más ecológicos y utilizar los recursos de forma muy productiva.

Cuál es el escenario en el que nos estamos viendo inmersos, cada día con más certidumbre, cada vez con mayor dramatismo? Los datos son inequívocos. Estancamiento, en el mejor de los casos, o decrecimiento del producto interior bruto (PIB); aumento del desempleo, galopante en varias economías, por ejemplo en la española; caída generalizada de la inversión; hundimiento del consumo; oferta de crédito muy inferior a las necesidades que de crédito existen. ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué está sucediendo?

El grado de endeudamiento de las personas y las empresas ya no puede crecer más. Debemos aplicar cambios profundos y permanentes que afectarán a nuestro modo de vida.

En la evolución temporal de los sistemas económicos se dan dos tipos de tensiones. Algunas se pueden solucionar con relativa facilidad, pues para hacerles frente es suficiente con variar uno, o a lo sumo dos, parámetros económicos; otras tensiones del sistema económico, en cambio, suelen tener una evolución demoledora.

Las primeras, las recesiones coyunturales, pueden ser puntualmente intensas, pero, cuando menos, tienen la virtud de ser relativamente breves; las segundas, por el contrario, son intensas, prolongadas, dramáticas. A lo largo de la historia, el número de esta segunda clase de tensiones es escaso, pero su duración puede dilatarse largamente en el tiempo. Son las crisis sistémicas.

Las crisis sistémicas se caracterizan porque al estallar afectan al propio funcionamiento del sistema y a fin de salir de ellas es preciso sustituir o modificar en profundidad algunos elementos constitutivos del mismo, de forma que se introduzca en él una nueva forma de operar. La crisis de 1929, que condujo a la Gran Depresión, fue de estas características. La crisis ante la que ahora nos hallamos también lo es.

El crash de 1929 se produjo porque el modo de funcionamiento del sistema se agotó: el incremento tan elevado de la productividad habido a partir de 1923 dio lugar a una oferta que no pudo ser absorbida por la demanda, porque ésta era limitada e insuficiente; los instrumentos que se aplicaron, tratando de revertir la situación, no funcionaron debido precisamente a que eran hijos de la situación que pretendían arreglar y, en consecuencia, estaban viciados por ella. La verdadera solución de esa crisis no llegó en realidad hasta 1950, cuando se dotó al sistema de una nueva forma de funcionar.

Actualmente está sucediendo algo muy semejante. El impulso creado por los cambios introducidos en el sistema a partir de 1950 quedó agotado en 1973, que es el momento en el cual se hizo patente que el precio de las commodities, en especial el precio del petróleo, no iba a continuar siendo tan bajo como hasta entonces. Como reacción, se introdujeron cambios que permitieron mejorar la productividad, pero el resultado de ese incremento fue la desvinculación del crecimiento económico de la creación de empleo, y esta circunstancia acabó incidiendo en el equilibrio entre la oferta y la demanda, en un entorno de creciente inestabilidad monetaria. La solución a este problema no resuelto llegó en 1991 y quedó reforzada en 2002.

Fue ingeniosa y simple: los problemas se resolvieron con un aumento exponencial del volumen de crédito concedido a familias y empresas; y el resultado fue brillante: la inversión aumentó, a la vez que lo hacía el consumo, mientras que el desempleo provocado por la oleada de deslocalizaciones fue en parte enjugado por un sector servicios en constante progresión.

Entre el año 2003 y mediados de 2007, con unos tipos de interés excepcionalmente reducidos, y con una, en la práctica, total liberalización en el tránsito de capitales, el PIB comenzó a crecer empujado por la inversión y por el consumo, a la vez que la deuda privada se disparaba en todas las economías, aunque en unas más que en otras. El desenlace es conocido.

Hoy hemos alcanzado un momento en el que este modo de operar se ha agotado. Y no es que se haya agotado desde una perspectiva sólo financiera, sino que lo ha hecho en un nivel puramente físico: el grado de endeudamiento de las personas y de las empresas ya no puede crecer más. Sin ir más lejos, en el caso de España, el endeudamiento familiar y empresarial supera en dos veces el valor añadido que la economía española genera en un año. Y en el caso de Estados Unidos, el endeudamiento es mayor que el valor de la producción estadounidense correspondiente a bastante más de tres años. No es posible que todo ese volumen de deuda continúe creciendo. Pero a la vez, no es posible que se continúen despilfarrando recursos tal como se han estado despilfarrando hasta ahora. Y no es posible, no sólo desde el punto de vista de la ecología, sino por mera eficiencia del propio sistema.

El actual modo de funcionamiento del sistema productivo, desde su mismo origen, fue altamente despilfarrador. Partía de una base errónea, ya que suponía que la cantidad de recursos de los que podía disponer era ilimitada. De todos los recursos, desde el petróleo hasta el uranio, desde el cobre hasta el agua. Por consiguiente, el modo de producción puesto en funcionamiento por nuestro sistema no se paraba a pensar en la eficiencia en el uso de tales recursos. En todo caso, la preocupación era, tan solo, cómo obtener los recursos precisos al más bajo precio posible. Y debido a que durante muchos años el precio de las commodities fue muy reducido, la eficiencia en el uso de los recursos continuó brillando por su ausencia.

La crisis de 1973 concienció a las fuerzas productivas de que la productividad tenía que mejorarse porque el precio de los recursos comenzó a aumentar, pero las fuerzas productivas continuaron actuando como si la cantidad disponible de recursos fuera infinita, lo que no es cierto. No lo era entonces ni lo es ahora. Hoy se sabe que el número de años durante los que podremos disponer de petróleo o de uranio a un precio asumible es muy limitado, y que el agua potable es cada vez más escasa, y que el cobre fácil de obtener no es infinito.

El cambio sistémico que traerá la crisis que estamos comenzando a padecer y que se pondrá de manifiesto de forma especialmente dramática a mediados de 2010 nos hará desembocar en una situación en la que, tarde o temprano, el propio sistema comprenderá que los remedios que se han ido estableciendo desde el año 2007 no sirven de nada.

Y cuando por fin llegue ese momento, la salida de la gravísima y terrible situación a la que el mundo se enfrenta tendrá que consistir en la toma de conciencia de algo que deberíamos haber comprendido hace tiempo. A saber: que la eficiencia en el uso de los recursos debe regir de forma prioritaria la toma de decisiones, y que es a través de la mejora continuada de la productividad como se pueden conseguir los cambios necesarios para ver la salida de la crisis.

Dicho así no suena mal: hay que acabar con el despilfarro, tenemos que ser más ecológicos, debemos utilizar los recursos de forma muy productiva. No suena mal, pero todos, Gobiernos, empresas y ciudadanos, debemos comprender y aceptar que para funcionar de ese modo tenemos que aplicar cambios drásticos y profundos, que afectarán muy notablemente a nuestro modo de vida. Y son unos cambios que tendrán que ser, además, permanentes. Introducir esos cambios, teniendo en cuenta que son de gran calibre, no es sencillo para nadie. Ni sencillo ni agradable, sobre todo al principio.

Santiago Niño Becerra es catedrático de Estructura Económica del IQS (Universitat Ramon Llull), y acaba de publicar El crash del 2010. Toda la verdad sobre la crisis (Los Libros del Lince)

miércoles, 22 de abril de 2009

Meditación sobre la caza y el Estado

12 de marzo de 2009

Algunos se enteran ahora de que en España se necesitan 17 licencias para cazar como se necesitan 17 licencias para pescar. Entre ellos se encuentra el presidente de Andalucía, mi viejo amigo y compañero de Facultad Manuel Chaves, quien -sólo después de que saltara a los medios el episodio del ya ex ministro de Justicia Fernández Bermejo- ha calificado tal sistema de «poco lógico» en declaraciones subrayadas por este periódico.

Y acto seguido, Chaves confíaba en que «los consejeros de Medio Ambiente de todas las Comunidades Autónomas, junto al Gobierno central, lleguen a un acuerdo para que haya una licencia de caza válida para todo el territorio nacional». Es decir, que el presidente andaluz está descubriendo el Estado. «Y a tales horas», como exclamó don Quijote en la aventura ante la jaula de los leones.

Pero no es el único que se topa con tan sensacional hallazgo.En el Ministerio de Sanidad pasa algo parecido estos días: como el documento que permite el acceso al Sistema Nacional de Salud es distinto en cada comunidad, están ideando el ministro del ramo y los 17 consejeros autonómicos un sistema unificado para toda España. Es decir, se hallan a punto de descubrir el Estado, una institución que es hucha del tiempo y, como tal, luce barbas luengas y canosas.

Idéntica emoción inventora se está produciendo en el mismo departamento al comprobar que los calendarios de las vacunas de los niños difieren en cada territorio, pues los hechos diferenciales han acabado afectando a la prevención infantil del sarampión. Así de exigente se muestra a veces la España plural.

Cuando un ciudadano entra en un juzgado no puede imaginar que -en buena parte de España- la oficina que pisa y los oficiales que le atienden dependen de la correspondiente Comunidad Autónoma; el secretario, del Ministerio de Justicia; y el juez ... del Consejo General del Poder Judicial, del Ministerio de Justicia...cualquiera sabe. ¿Tiene algo que ver esta donosa realidad con el hecho de que este personal no se pueda comunicar a través de las redes informáticas y ello provoque inseguridad? Probablemente, pero ¿y los beneficios que aporta toda esta riqueza organizativa a nuestra patria, nación de naciones, espejo del federalismo más avanzado?

Parecido caleidoscopio encontramos entre los demás funcionarios, pues pronto podremos enorgullecernos de disponer de 17 leyes de empleo público distintas, o de materias y contenidos educativos diferentes en cada región española. Y en la enseñanza universitaria, cada facultad está elaborando su propio plan de estudios para facilitar la «movilidad y la convergencia europea». Por su parte, no hay manera de que la Ley de Dependencia eche a andar porque las comunidades ostentan competencias en este sector, un detalle que ignoraban los redactores de la norma. ¿Y qué decir de la política hidráulica, que recientemente llevo a exclamar al presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, que «intentar trocear un río es una solemne estupidez»? ¿O de los cambios recientes en la administración del espacio radioeléctrico?

La crisis económica, que anuncia ya un crepúsculo surcado de arrugas, está siendo combatida por los 17 gobiernos con medidas tan descoordinadas que no faltan voces que piden en España la celebración de un G-17 donde alguien coja la batuta para poner orden en el desconcierto de ayudas a la vivienda, al empleo, a los vehículos, al hogar. A su vez, se elaboran presupuestos regionales sin lazo alguno con el nacional...

Quien no es lerdo se vale de las ocasiones que depara el decurso histórico para reflexionar y ajustar conductas y convicciones.

Pues bien, ¿no debería aprovecharse el episodio de las licencias de caza para meditar acerca del tipo de Estado que estamos construyendo? ¿No es suficientemente seria la situación económica como para extraer alguna conclusión que nos haga revisar viejos postulados?

Yo creo que sí. El Gobierno ha puesto en marcha un irreflexivo proceso de reforma de los Estatutos sin preguntarse previamente qué estaba funcionando bien y qué mal en nuestros servicios públicos, dando por buenas siempre las pretensiones de los gobernantes regionales -nacionalistas confesos a veces, otras simplemente conversos oportunistas-. Y, sin embargo, nos hacen tan serias señales desde instancias foráneas sobre el deterioro de muchos de esos servicios que unos gobernantes prudentes deberían prestarles atención. Los informes PISA sobre nuestra realidad educativa son demoledores; por su parte, nuestras universidades, tan autónomas y democráticas ellas, ni por casualidad aparecen en lugares destacados cuando de su valoración mundial se trata.

Y, últimamente, nada menos que el Parlamento Europeo acaba de atizar una buena resplandina a las autoridades urbanísticas españolas poniendo en cuestión el modelo sobre el que se asienta el desarrollo de ciudades y costas.

De otro lado, hemos contemplado el espectáculo de los presidentes de las Comunidades Autónomas acudiendo a La Moncloa para plantear sus reivindicaciones financieras: justas, sin duda, destinadas -¿cómo podía ser de otra manera?- a mejorar la vida de los ciudadanos de sus territorios. Y al presidente del Gobierno tratando de contentarlos con la creación de tantos fondos que acabaremos añorando el castizo y caciquil fondo de reptiles. Ante este panorama, la pregunta que muchos nos hacemos es: ¿por qué el presidente no se interesa nunca por la forma en que sus colegas regionales gastan sus dineros? Porque, a lo mejor, se descubre ahora que haber creado una Universidad por cada provincia es una prodigalidad sin justificación alguna. O que la política hospitalaria se rige por criterios de dudosa racionalidad. O que hay demasiados coches oficiales o demasiados asesores y gabinetes, o demasiadas empresas públicas, televisiones, consejos consultivos y órganos administrativos de cuestionada utilidad, etcétera.

¿No se puede hablar de todo esto? Y sobre todo, ¿no se debería hablar antes de proceder a reformar Estatutos de Autonomía o buscar nuevos cauces de financiación para las regiones? ¿Por qué el Gobierno de la nación no utiliza las armas de que dispone para comprobar la racionalidad del conjunto del modelo administrativo y de gestión pública que se está construyendo?

Si no queremos sucumbir en el desbarajuste, tal modelo es indispensable que exista, siendo el Gobierno, como custodio del interés general de España, y las fuerzas políticas que han de ser convocadas a un pacto, los llamados a velar por su vigor y energía ordenadora.

Si miramos hacia atrás en la historia, comprobamos que los Austrias implantaron un modelo administrativo y un sistema de gobierno, lo mismo hicieron los Borbones, y la revolución liberal trajo otro asentado en una concepción determinada del papel del Estado.

La época que estamos viviendo ¿cuenta de verdad con un modelo de gestión pública? ¿O simplemente se va haciendo esto o aquello en función de la coyuntura o de las vigilias propiciadas por los votos en tal o cual ocasión parlamentaria?

Este es el problema que debemos plantearnos. Sin sectarismos ni esas groseras descalificaciones que pasan por cargar en el debe de la derecha todos los males ni los bienes en el haber de la izquierda (o viceversa). Aunque sólo sea porque ambas opciones han sido y son responsables de lo bueno y de lo malo que ha acontecido en España en el último cuarto de siglo: de los resplandores de los aciertos y de las sombras de los desaciertos. Entre estos últimos se halla claramente el navío averiado de una Administración ineficaz y cara, de un Estado cada vez más inerme, rebajado al deslucido papel de coordinador de territorios que ganan músculo, fuerza y potencia. Un Estado fragmentado y esqueletizado.

Ya que hablamos de caza, se impone pedir licencia para cazar el animal salvaje del despilfarro.

martes, 7 de abril de 2009

Una frase...

De un muy interesante libro de arquitectura he extraido este párrafo, para mostrar que hasta en los libros de contenido técnico-divulgativo se nos dejan ir mensajes político-ideológicos.

Antonio Gaudí y Cornet, nacido en Reus, Tarragona, el 25 de junio de 1852, fue un ferviente catalán y un devoto católico, cuyas construcciones representan la expresión artística del resurgimiento político catalán. Pese a sus humildes orígenes, su fuerza de caracter y su inteligencia le permitieron ingresar, en 1873, en la Escuela Provincial de Arquitectura de Barcelona.

A pesar de su fervor catalanista - siempre se negó a hablar castellano -, Gaudí fue un hombre conservador, tanto en su vida privada como en el terreno espiritual. Nunca se casó, ni viajó, ni fundó una escuela de arquitectura. Sus visiones murieron con él en un momento en el que cobraba auge el moderno estilo internacional de arquitectura, geométrico y funcional.

Si sólo leemos la negrita quedaría como:

"Antonio Gaudí y Cornet fue un ferviente catalán y un devoto católico. A pesar de su fervor catalanista Gaudí fue un hombre conservador."

Dos cosas: Ser un ferviente catalán parece ser lo mismo que ser catalanista, por lo que si se es catalán se ha de ser catalanista y, por el contrario, si no se es catalanista no se puede ser catalán. La segunda: Si, a pesar de su fervor catalanista Gaudí fue conservador, será por que los catalanistas no eran (¿Son?) conservadores. No sé cual es el contrario de conservador que se habría de utilizar: progresista, liberal, de izquierdas...

"El genio del hombre (Obras maestras de la arquitectura y la ingeniería)", Nigel Hawkes (Traducción: Juan Manuel Ibeas), Editorial Debate, Madrid 1990

domingo, 29 de marzo de 2009

Reformas estatutarias y fragmentación del Estado

Francisco Sosa Wagner
28 de marzo de 2009

Analizar la actual situación del Estado en España obliga a hacerlo con la vista puesta en la reforma estatutaria que hemos vivido en muchos rincones de la geografía española en medio de hipócritas invocaciones al modelo federal. Y digo “hipócritas” pues este jamás permitiría un proceso de modificaciones de la textura autonómica como el que se está produciendo en nuestro país. En los sistemas federales es muy claro que las piezas federadas forman un todo con las piezas federales y que no se pueden modificar aquellas sin que estas queden irremediablemente afectadas. Permitir que cada Comunidad autónoma proceda a aquellas modificaciones de su texto estatutario que sus respectivos órganos de gobierno consideren pertinentes sin existir un acuerdo previo de conjunto acerca de cuestiones fundamentales como las competencias, la financiación, las relaciones institucionales etc, es algo peor que una imprudencia: es un desatino que, por carecer de parentesco alguno con el modelo federal, lo aproxima peligrosamente al confederal o a una invención castiza. Se podrá sostener que, para armonizarlo todo, está prevista la intervención de las Cortes generales. Pero limitarse a ella olvida un dato fundamental de la realidad que a nadie pasa desapercibido: la existencia de partidos políticos que proclaman en sus idearios su clara vocación secesionista. Es decir que las previsiones de reforma estatutaria en España viven en la peligrosa inopia de considerar nuestro país como un país integrado, armónico, en el que las partes que lo conforman creen en el todo que las aglutina. Desgraciadamente, este no es el caso.

Por si todo ello fuera poco, nuestros mecanismos constitucionales prevén el referéndum como la guinda que culmina el horneado de un Estatuto (el catalán de junio de 2006 ha demostrado la escasa identificación de la población con los problemas que los políticos inventan y lo mismo o peor ha ocurrido con el Estatuto andaluz). Para colmo del dislate, tal pronunciamiento popular es perfectamente compatible con la tramitación de un recurso ante el TC que, según sus usos pausados, se resuelve en plazos geológicos. A nuestros efectos, sería igual que el TC se pronunciara en un plazo breve. Porque si tal Tribunal detectara alguna inconstitucionalidad ¿se advierte el conflicto institucional, conflicto de poderes, que se tendría sobre la mesa? La voluntad expresada en las urnas por la población “afectada” y el juicio de corrección jurídica enfrente. Jugar con la posibilidad de tales enfrentamientos entre poderes es una vía bastante segura para quemarse en ese fuego al que acabamos de hacer referencia.

En la actual hora española por tanto nunca se debió iniciar el banquete estatutario sin un acuerdo previo de todos los comensales y menos hacerlo movido por exigencias coyunturales de apoyos políticos y parlamentarios. Porque es evidente que aquello que se decida en el este afecta al oeste, y lo que se acuerde para el sur repercute en el norte al ser buena verdad que las artificiales fronteras administrativas no logran embridar realidades tercas que las trascienden. Que un extremo geográfico de España quiera arreglarse su “asunto” de forma individual y de la manera que le resulte más rentable es lógico y forma parte de las humanas ambiciones y del cabildeo político local, que esa actitud se respalde por quienes representan al Estado en su conjunto es una manifestación de ligereza cuyo exacto alcance el futuro irá desvelando poco a poco.

Me parece que nosotros tenemos poco que enseñar a los alemanes pues de aquel país hemos aprendido técnicas elementales, de allí hemos importado aquellas construcciones resistentes que han permitido echar a andar primero, y trepar después por laderas escarpadas, a las instituciones salidas del título VIII de la CE. ¿No resuenan en las sentencias de nuestro TC los razonamientos desgranados por los magistrados del Tribunal de Karlsruhe? ¿No es la doctrina de aquél país, la de Weimar y la posterior de Bonn, referencia constante entre nosotros? ¿Con qué materiales se han construido los principios de la prevalencia, de la supletoriedad o de la lealtad federal si no es con los ingredientes germanos? Todo ello debería haber sido motivo más que suficiente para que la prudencia nos obligara a dirigir nuestra mirada hacia aquella orilla del Rín y tomar apuntes de sus enseñanzas. Es sabido que el sistema federal alemán se ha reformado muchas veces pero la última experiencia que he contado en mis libros y artículos es concluyente y demuestra cuán alejadas están las maneras de proceder en un sistema federal serio y en el español.

Acaso el aspecto más preocupante de los Estatutos aprobados sea el de la relación bilateral entre el Estado y la Comunidad autónoma, alternativa al carácter multilateral entre el todo y las partes propio de los sistemas federales. Esta peligrosa senda abierta por algunas Comunidades autónomas y por la que se camina en el actual proceso de reforma estatutaria supondrá a medio plazo la fragmentación de las instituciones políticas y administrativas de España a menos que el TC declare la absoluta inconstitucionalidad de tal bilateralidad (no desde luego si se limita a interpretar y hacer distingos, semilla segura de futuros conflictos). Pone de relieve, además, algo importante: el pretendido clamor por crear un Senado como auténtica cámara territorial no es sino una falacia más de este proceso. Tal Senado (acerca de cuya posible configuración el Consejo de Estado ha dado pistas bien valiosas) no es realmente deseado por casi nadie, desde luego en ningún caso por las regiones españolas dominadas por la pasión “nacional”, que siempre aspirarán a entenderse “de tú a tú” con el poder central. Y, si además disponen de unos votos en el Congreso de los diputados con los que condicionar la definición de la política nacional, miel sobre hojuelas. Quien crea que esta es una vía para integrar a los nacionalismos periféricos, incurre en una ingenuidad que no por tierna deja de ser culposa. Y, como esta, la ingenuidad, puede descartarse en el hacer de las grandes organizaciones políticas, es probable que de lo que se trata con este debate sea únicamente de “marear” una perdiz que no lo necesita porque ya de suyo se halla bastante aturdida.

Respecto del “blindaje de las competencias” a tal o cual Comunidad autónoma hay que decir claramente: esta forma de acantonar competencias es una muestra más del traje anticuado que los redactores de las leyes estatutarias se empeñan en seguir vistiendo pues hablar hoy de competencias “blindadas” es acogerse a un concepto ya muerto, un concepto “zombi”, que pretende trivializar la interrelación de todas las intervenciones de los poderes públicos así como ignorar la proliferación de nuevos creadores de derecho en forma de estándares técnicos, arbitrajes, modalidades contractuales etc, que escapan incluso a la acción del Estado, tradicionalmente único poder legítimo pero sometido hoy al embate del “pluralismo de fronteras” (Ulrich Beck). Con esta impertinencia del blindaje de las competencias, y por seguir con el símil militar, se tiene además la impresión de que el pensamiento jurídico está disparando sobre un objetivo equivocado porque, de manera simplista, dirige sus baterías contra el Estado, único enemigo que en su imaginario rebañaría competencias ajenas para devorarlas glotonamente, cuando lo cierto es que el moderno alboroto y las turbulencias en el ejercicio de las competencias públicas se debe a la aparición en la escena de otros protagonistas y aun a otros escenarios que nadie puede seriamente desconocer.

De otro lado, si analizamos lo que está pasando en las negociaciones con los gobiernos de las Comunidades autónomas y miramos entre los renglones de la actividad administrativa, advertiremos rasgos que inquietan y ejemplos que emiten ya sonoras alarmas. Así, en el problema del agua chapotean conflictos derivados de la política de obras hidráulicas pero también de las previsiones de unos Estatutos que han tenido la mano larga a la hora de apropiarse de ríos enteros, incluso de aquellos que tienen la osadía de traspasar las fronteras españolas y adentrarse en algún país extranjero. “El río para el Estatuto por el que fluye” parece haber sido la proclama de una facundia autonómica que el Estado no ha sabido combatir con medios adecuados, todos ellos, por cierto, en la alcancía de la legislación española desde hace mucho tiempo. Hay ya incluso alguna provincia que pretende quedarse con “su” río, emulando así en avidez hídrica a sus hermanas mayores, las Comunidades autónomas. Solo falta que los municipios se apunten al festín. De ahí que se amontonen los pleitos y se llame a las puertas del Tribunal Constitucional para que este enderece los desaguisados que esparcen por doquier políticos tan largos de ambiciones como cortos de mesura en la administración de la “res publica”.

Por su parte, los dineros públicos han desatado una guerra entre Comunidades, enfrentadas hoy ya las ricas con las pobres, las del este con las del oeste, y las del sur con las del norte. Se lanzan entre ellas balanzas como proyectiles, o se recurre a acuñar criterios de inversión del Estado en función de los intereses de cada cual: quién blande la población, joven o envejecida, castiza o inmigrante, quién la superficie forestal, quién el turismo, solo falta que se invoque el consumo de sidra o el de paella para allegar recursos y construir fortunas regionales. Un deslizadero este que amenaza despeño, bendecido -de nuevo- por el Parlamento, por el Gobierno, incapaces de administrar el sacramento del orden y la disciplina en asunto de tanta sustancia. Ya veremos cómo se encarrila todo este embrollo y si será también el Tribunal de la calle Domenico Scarlatti de Madrid el que al final se vea obligado a concertar lo que los políticos han desconcertado. Y veremos qué secuelas deja: de agravios no satisfechos, de rencillas entre vecinos, de afrentas, todas a la espera de ser saldadas en algún combate próximo. La víctima siempre es la misma: la solidaridad entre los españoles, una de las piezas que justifican nada menos que al Estado moderno, construido precisamente para fabricar cohesión entre las clases sociales y entre los territorios.

Pues ¿qué decir de la Sanidad? Se ha publicado un libro “Integración o desmoronamiento. Crisis y alternativas del Sistema nacional de salud” firmado por Juan Luis Rodríguez-Vigil Rubio, político socialista que tuvo significadas responsabilidades en Asturias, donde se analiza sin vacua palabrería la situación en que se halla el que quiso ser “modelo” sanitario. Para Vigil “el Sistema nacional de Salud tiende cada vez más a configurarse como un sistema no excesivamente articulado, poco armónico, y de creciente heterogeneidad que, además, carece de instrumentos eficaces para fortalecer su cohesión, dado que para funcionar depende casi en exclusiva de la mejor o peor voluntad que en cada caso y momento tengan los Gobiernos autonómicos ... por lo que no resultan en absoluto extrañas las decisiones y los actos de descoordinación que emanan de los distintos integrantes del Servicio nacional de Salud y que favorecen claramente la fragmentación del conjunto”.

Un camino por el que se llega a situaciones tan pintorescas como la que ofrecen los distintos calendarios de vacunaciones o la más inquietante del gasto farmacéutico pues en algunas regiones se restringe la dispensación de unos fármacos que en otras se recetan con largueza. De igual forma son manifiestas ya las diferencias que existen entre Comunidades en relación con las listas de espera, con la salud bucodental, con los servicios de salud mental y otras especialidades y superespecialidades. El riesgo, para Vigil, es claro: se está a un paso del “descoyuntamiento del actual Servicio nacional, el cual podría llegar a mutar en diecisiete sistemas sanitarios diferentes”.

Por su parte, la ley de dependencia, estrella de la política social del Gobierno, se proyecta sobre la realidad de forma renqueante y por supuesto a diecisiete velocidades distintas pues todo queda al albur de la voluntad política, del dinero y los medios personales empleados, de las prioridades de cada región ... La mayoría de los ciudadanos que se acercan a las oficinas para que los servicios correspondientes valoren su grado específico de discapacidad pasan una auténtica crujía que solo tiene de emocionante el hecho de ser distinta y de diferente alcance en cada Comunidad autónoma.

Si pasamos a otro servicio público vertebrador, el de la educación, las conclusiones son las mismas, solo que en este ámbito nos encontramos en un estadio más maduro de fragmentación, agravado por la vuelta de tuerca que se percibe en la política lingüística de las Comunidades bilingües. Pero hay más: en el caso de la enseñanza superior, y respecto de los títulos universitarios, una responsabilidad indeclinable del Estado (artículo 149.1. 30 de la Constitución), la ley reciente de Universidades opera con una agresiva frivolidad: se suprime el modelo general de títulos por lo que el panorama que se avizora es el de una diversidad abigarrada de títulos de libre denominación en cada universidad, vinculados tan solo a directrices mínimas del Gobierno, válidas para vastas áreas de conocimiento, y a la intervención -más bien formal- de la Comunidad autónoma y del Consejo de Universidades, que siempre habrán de preservar “la autonomía académica de las Universidades”.

A todo esto hay que añadir la amenaza, que pende sobre el empleo público, de aprobar diecisiete leyes de funcionarios, y sobre la justicia que, si el Todopoderoso no lo remedia, verá nacer en breve diecisiete Consejos regionales judiciales, como si no fuera castigo suficiente el general de Madrid. Etc, etc ... Hemos vivido el episodio grotesco de la “licencia de caza”: nos hemos enterado entonces de los disparates a que el dogmatismo descentralizador nos aboca.
De verdad ¿exige la diosa de la autonomía que ardan en su pebetero tantas y tan variadas ofrendas?

Además, el Gobierno ha puesto en marcha el mencionado irreflexivo proceso de reforma de los Estatutos sin preguntarse previamente qué estaba funcionando bien y qué mal en nuestros servicios públicos, dando por buenas siempre las pretensiones de los gobernantes regionales -nacionalistas confesos a veces, otras simplemente conversos oportunistas-. Y, sin embargo, nos hacen tan serias señales desde instancias foráneas sobre el deterioro de muchos de esos servicios que unos gobernantes prudentes deberían prestarles atención. Los informes PISA sobre nuestra realidad educativa son demoledores; por su parte, nuestras Universidades, tan “autónomas” y “democráticas” ellas, ni por casualidad aparecen en lugares destacados cuando de su valoración mundial se trata. Y, últimamente, nada menos que el Parlamento europeo acaba de atizar una buena resplandina a las autoridades urbanísticas españolas poniendo en cuestión el modelo sobre el que se asienta el desarrollo de ciudades y costas.

Por si todo esto fuera poco, hemos contemplado el espectáculo de los presidentes de las Comunidades autónomas acudiendo a la Moncloa para plantear sus reivindicaciones financieras: justas, sin duda, destinadas -¿cómo podía ser de otra manera?- a mejorar la vida de los ciudadanos de sus territorios. Y al presidente del Gobierno tratando de contentarlos con la creación de tantos fondos que acabaremos añorando el castizo y caciquil fondo de reptiles. Ante este panorama, la pregunta que muchos nos hacemos es ¿por qué el presidente del Gobierno no se interesa nunca por la forma en que sus colegas regionales gastan sus dineros? Porque, a lo mejor, se descubre ahora que haber creado una Universidad por cada provincia es una prodigalidad sin justificación alguna. O que la política hospitalaria se rige por criterios de dudosa racionalidad. O que hay demasiados coches oficiales o demasiados asesores y gabinetes, o demasiadas empresas públicas, televisiones, consejos consultivos y órganos administrativos de cuestionada utilidad ... etc.

¿No se puede hablar de todo esto? Y sobre todo ¿no se debería hablar antes de proceder a reformar Estatutos o buscar nuevos cauces de financiación para las regiones? ¿Por qué el Gobierno no utiliza las armas de que dispone para comprobar la racionalidad del conjunto del modelo administrativo y de gestión pública que se está construyendo?
Si no queremos sucumbir en el desbarajuste, tal modelo es indispensable que exista, siendo el Gobierno, como custodio del interés general de España, y las fuerzas políticas que han de ser convocadas a un pacto, los llamados a velar por su vigor y energía ordenadora. Si miramos hacia atrás en la historia comprobamos que los Austrias implantaron un modelo administrativo y un sistema de gobierno, lo mismo hicieron los Borbones, y la revolución liberal trajo otro asentado en una concepción determinada del papel del Estado.

La época que estamos viviendo ¿cuenta de verdad con un modelo de gestión pública? ¿O simplemente se va haciendo esto o aquello en función de la coyuntura o de las vigilias propiciadas por los votos en tal o cual ocasión parlamentaria?

Este es el problema que debemos plantearnos. Sin sectarismos ni esas groseras descalificaciones que pasan por cargar en el debe de la derecha todos los males ni los bienes en el haber de la izquierda (o viceversa). Aunque solo sea porque ambas opciones han sido y son responsables de lo bueno y de lo malo que ha acontecido en España en el último cuarto de siglo: de los resplandores de los aciertos y de las sombras de los desaciertos. Entre estos últimos se halla claramente el navío averiado de una Administración ineficaz y cara, de un Estado cada vez más inerme, rebajado al deslucido papel de coordinador de territorios que ganan músculo, fuerza y potencia. Un Estado fragmentado y esqueletizado.

En fin, la alegría con la que se elaboran leyes y más leyes, todas iguales entre sí pero engendradoras de un desconcierto injustificado, multiplica los pleitos y los litigios judiciales creando lo que podríamos llamar el paraíso del rábula. Pero ¿es este el paraíso también del ciudadano de la calle?

Si, entre unos y otros, seguimos sin identificar el lugar exacto al que queremos llegar, el sistema español se llenará de elementos confederales, percepción que se acrecienta al contemplar el sistema del “cupo” en los territorios forales, originalidad española que, en términos hacendísticos, supone la antesala de la independencia. Pero ¿es la fórmula “hoy soy más confederal que ayer pero menos que mañana” un progreso? ¿O representan más bien un claro y espectacular retroceso histórico?

A mi juicio, es hora de reivindicar la implantación de junturas bien engrasadas, de potentes instrumentos de cohesión que den consistencia unitaria al Estado. Como es hora de invocar el principio de lealtad federal como gozne del Estado, como la bisagra que "sirve para facilitar el movimiento" o, si se prefiere,, el acomodo entre las piezas del sistema político descentralizado (federal, regional, o como se le quiera bautizar). La lealtad actúa así como telón de foro que es el que en el teatro cierra en rigor la escena prestando su sentido a la decoración toda.
Una lealtad que carece de cuerpo porque es más bien espíritu: la esencia o la substancia aglutinante (el adhesivo) de la organización política. Tal lealtad representa el confín que marca el territorio de las buenas maneras más allá del cual se abre otro en el que no es difícil que se extiendan la sombra del desconcierto y el germen del despropósito.