miércoles, 16 de mayo de 2018

Unamuno, convencer o vencer


Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”. Según la historia que varias generaciones de españoles han aprendido, así terminó Miguel de Unamuno su interpelación al general José Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. Así se redimió el intelectual vasco de su apoyo a los golpistas, y así se convirtió en símbolo de la democracia contra la dictadura, la civilización contra la barbarie y el bien contra el mal. Cómo no emocionarse ante el sabio anciano encarándose contra la bestialidad del general mutilado. Sus palabras son parte de la mitología española, un evangelio de valentía cívica ante el que solo cabe aplaudir con reverencia.


Aún es pronto para saber si ha vencido, pero ya se puede decir que ha convencido a medias. Unamunistas e intelectuales han comentado el reportaje publicado ayer en estas páginas, titulado “Lo que Unamuno nunca dijo”, que refería una investigación del historiador salmantino Severiano Delgado en la que se concluye que la versión popular y más conocida del enfrentamiento entre el rector de Salamanca y el general franquista el 12 de octubre de 1936 es en realidad un mito literario. A juzgar por sus opiniones, Unamuno parece que resiste.

El 12 de octubre de 2006 se publico en EL PAÍS un artículo sobre el famoso discurso de Unamuno de 70 años antes en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en el que se incluían datos y testimonios poco conocidos que ayudan a interpretar lo sucedido, y permiten aclarar algunos enigmas que han alimentado la polémica durante décadas.

El artículo comenzaba así: "A lo largo de los últimos meses del año en que iba a morir, Miguel de Unamuno fue reuniendo ideas y apuntes de la realidad con vistas a un posible libro sobre la Guerra Civil que pensaba titular El resentimiento trágico de la vida. En esas notas, escritas, dice Andrés Trapiello, con lenguaje expresionista, queda reflejada la desesperación con que asiste a la degollina que se ha iniciado en julio de 1936. En una de sus últimas anotaciones escribe: 'El que una horda de locos energúmenos, de desesperados, mate a un número de ricos sin razón ninguna, por bestialidad, no me parece tan grave como que unos señoritos saquen a un profesor de su carta, con una orden militar, y le asesinen por suponerle... masón'. El lapsus, carta por casa, tiene su explicación. A comienzos del otoño, Enriqueta Carbonell, la mujer del pastor protestante de Salamanca Atilano Cocó, amigo de Unamuno, había enviado al escritor una carta informándole de la detención de su marido bajo la acusación de ser masón, lo que, dice ella, 'en realidad lo es' como lo son la mayoría de los pastores en Inglaterra, al igual que el Rey de ese país. La mujer pedía a Unamuno que se interesara por su amigo, pues temía que pudiera pasarle algo. Lo que pasó entre la recepción de la carta y la redacción de las notas en que confundió casa por carta fue que a Atilano Cocó lo fusilaron".

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