viernes, 22 de junio de 2018

Los hermanos Badia


¿Quiénes fueron Miquel y Josep Badia? Según escribió Torra, “uno de los mejores ejemplos” del independentismo. Para muchos historiadores y periodistas de su época, un modelo para no seguir. Los hermanos nacieron en Torregrossa (Lleida) en 1903 (Josep) y en 1906 (Miquel). Sus vidas fueron revisadas por Josep Maria Sòria en una documentada serie de diez artículos publicados en La Vanguardia en agosto del 2003, en los que se cuenta que ambos entraron en contacto con el separatismo por medio del ­atletismo, el excursionismo y la natación. Sòria añade que los círculos que frecuentaban estaban “deslumbrados” por el caso irlandés y que se planteaban un ejército catalán. Estos grupos hacían instrucción militar en Collserola, el Montseny y el Pirineo.

Ambos acabaron integrándose en Estat Català, el partido fundado por Francesc Macià. Josep fue un activo militante político, pero es preciso detenerse más en Miquel, que fue conocido por dos apodos: uno, Capità Collons , y es fácil deducir por qué; el otro, Pamplinas , por su parecido con un artista de la época. En 1925 participó en el intento de asesinar a Alfonso XIII en El Garraf. Fue condenado y se benefició de la amnistía promulgada tras la caída del dictador Primo de Rivera. En 1931 creó los escamots de Estat Català, una fuerza paramilitar al estilo de las que surgían en otros lugares de Europa en esos tiempos, con los resultados ya cono­cidos. Vestían camisas verdes y protagonizaron varios desfiles en la ciudad. Varios diarios no du­daron en escribir entonces que con ellos dos llegaba el fascismo a Catalunya.

Miquel Badia fue responsable de los servicios policiales de la Generalitat, donde destacó por su dureza en la represión del anarquismo. Sus escamots ya se habían enfrentado con la gente de la CNT y la FAI, en especial a consecuencia de la huelga de transportes, cosa que hizo con palizas y torturas. Su relación con el entonces presidente de la Generalitat, Lluís Companys, nunca fue buena, y este finalmente le destituyó porque detuvo a un fiscal tras un juicio que se celebró contra un independentista.

Tuvo un destacado papel en los hechos del 6 de octubre de 1934. José Tarín-Iglesias cuenta en La rebelión de la Generalidad (Plaza y Janés, 1988) cómo llegó a la plaza de Sant Jaume en un desca­potable esgrimiendo un fusil ametrallador, y como él y Josep Dencàs, conseller de Governació, también de Estat Català, se hicieron unos uniformes para la ocasión, con graduaciones, e incluso , en el caso de Dencàs, con un fajín decorado con la estelada. Al fracasar la intentona, refugiados en la Conselleria d’Interior (ubicada donde luego estuvo el Gobierno Civil) huyeron por las alcantarillas, salieron sucios por detritus en la Barceloneta y se subieron a un coche, escapando a Francia. Ambos permanecieron en el extranjero hasta que, con la llegada del Frente Popular al Gobierno de España, fueron amnistiados.

El 28 de abril de 1936, cuando salían de su domicilio en el número 52 de la calle Muntaner, tres sujetos acabaron con ellos a tiros. El cortejo de su funeral fue multitudinario, destacando los miembros uniformados de Estat Ca­talà. Los autores del crimen fueron anarquistas comandados por un tipo despiadado llamado Justo Bueno , cuyo nombre es todo un oxímoron si tenemos en cuenta que en su haber también se cuenta la muerte del periodista Josep Maria Planes (que había denunciado las actuaciones delictivas de la FAI) y que también enterró cinco cadáveres en un garaje, entre otras lindezas. Bueno fue fusilado en el Camp de la Bota en 1944. La presencia de su nombre en el memorial que hay allí causa disputas aún, pues grupos independentistas piden que sea borrado. Pero una cosa son los autores y otra el motivo. El crimen ha sido calificado como uno de los grandes enigmas de la época republicana y nunca quedó del todo esclarecido. Sobre esto hay varias versiones. Una, que fue una venganza anarquista por la represión sufrida a cargo de Badia. Otra, que el día en que los hermanos fueron asesinados Miquel iba a entregar un dossier contra Companys.

Miquel Badia era un hombre violento en tiempos turbulentos. Quim Torra le ensalza, pero hay que decir que no es el único. En el 2011, 80 personas firmaron un manifiesto en el que se pedía una calle en Barcelona para los hermanos. Entre los que lo rubricaron estaban también Josep Rull o Oriol Junqueras, quien también participó, con Torra, en un homenaje a los Badia en el 2013. En cualquier caso, un legado problemático, salpicado de violencia y marcado por crear milicias paramilitares fascistoides. Es curioso que, al informar de su muerte, La Vanguardia destacaba la nor­malidad política en Catalu­nya, “ejemplo para el resto de España”. A los 80 días, en el país se sumía en la Guerra Civil.

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