Cada uno es lo que quiere ser. Se trata de querer ser lo que buenamente se puede y, de esta manera, todos contentos.
Un conocido le comentaba hace ya muchos años a mi hermano que a mi no me gusta la gente y eso creo que es cierto. Me gusta alguna gente un poquito. Unos pocos de esta gente (Muchos de ellos ya muertos) me gustan mucho, aunque ellos no lo sepan.
Hace unos dos años aquí en Catalunya surgió un colectivo que acabó en partido político. Su nombre: Ciutadans de Catalunya. Mucha gente (En realidad no tanta) nos acercamos con la necesidad de poder hablar de nuestro rechazo al monopolio nacionalista de la vida pública. Al día siguiente de unas elecciones autonómicas en las que la formación consiguió dos diputados gran parte de los miembros de la organización se habían enrocado para conspirar de todas las formas posibles y alcanzar mayores cuotas de poder de las que por derecho podían detentar. Después de intentar denunciar internamente las tropelías me fuí asqueado y en silencio.
Meses después surgió el proyecto liderado por Rosa Díez. Lo otro estaba reciente y me acerqué timidamente. Hice algo de campaña para unas elecciones generales y les voté. Estuve a punto de integrarme en la organización. Pero volvió a pasar. Al día siguiente de las elecciones ya me estaban llegando los correos hablando de las responsabilidades de los dirigentes que no habían conseguido mejores resultados en Catalunya. Descalificaciones y más descalificaciones y un mediocre análisis político.
Otra (Enésima) generación de reformadores revolucionarios que aspiran a ser ellos los que lideren lo que sea. Semilleros de generales sin vocación de tropa. Cogen un día el caldero de la cola de empapelar y pretenden tener suficiente fuerza moral para modelar el mundo. No pueden asumir que para cambiar la sociedad se ha de ser uno, tan solo uno, y si sintonizas con alguien más y puedes encontrar algún punto de encuentro, pues a tirar para adelante, y que mande quien mande, pero mande bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario