jueves, 16 de abril de 2020

Sisi el panadero


La puerta se abrió, tan solo un poco, con un quejido apagado. La manecilla de un imaginario reloj continuó su lento caminar, por la periferia de la esfera del tiempo, rumbo a ninguna parte. Ya se sabe que el tiempo pasa, pero el reloj se queda, mientras dure la cuerda.

No hubo gallo ni gallina, pero los rayos del Sol, después de chocar en las fachadas rojizas de las calles cercanas acertaron a entrar por los agujeros de la persiana entreabierta. No era tarde, ni pronto, ni la hora, pero Sisi abrió un ojo y después otro, se giró hacia la ventana y comprendió que ya todo era en vano. Había llegado la hora de sacudirse la pereza y aterrizar con el pie derecho en el frío suelo de madera. Antes removió su mano derecha entre las sábanas, acercando dos dedos a la nariz, lo que le trajo recuerdos de humedades ajenas, cálidas y bastante saladas.

Sisi buscó en la cartera la tarjeta Troika. Allí estaba, junto a la fotografía de Irina. El tranvía se fue acercando a su parada mientras sacaba brillo a los raíles. El nueve frenó imperceptiblemente, sin apenas usar el dispositivo neumático, abrió las puertas correderas y vomitó su carga humana, antes de recibir a los nuevos viajeros. Enfiló la calle Sushchevskaya y aceleró levemente con un balanceo acogedor.

A esta hora de la mañana, en la terraza del Bosco Mishka Bar, en la plaza Roja, las mesas están muy animadas. Predomina el ruso, pero también se conversa en inglés, chino e italiano, y en una mezcla de todos ellos. Algunos de los presentes, algo viajados, siguen su propia conversación y, por momentos, se meten en las conversaciones ajenas, sin participar, pero imaginando quienes son los que las mantienen, que hacen allí y que esperan los unos de los otros. Cuando ya no pueden seguir en dos cosas a la vez, carraspean en un gesto despreocupado, intentando que no se note mucho.

jueves, 9 de abril de 2020

El nuevo día no llegó


El nuevo día no llegó, aunque se le esperaba. No a las doce de la noche, cuando todos miran la tele, pero si cuando suena el despertador o se oye el camión de la basura. Es por eso que hoy es ayer.

Horacio Rodríguez se despertó encima de su huevo. Ya van para ocho meses los que lleva incubando. Al principio la ilusión era grande, al paso de los días ésta se fue midiendo con el cansancio, y ahora es éste y el deseo de escapar los que imperan.

A la hora del Ángelus, el sonrosado huevo ha hecho un ruidito como de aire que escapa y ha empezado a agrietarse. Un dedo regordete, y manchado de clara anaranjada, ha hurgado en la grieta y la cáscara ha saltado en mil pedazos.

Y fue una niña, con un suave pelo rubio mojado y aplastado en la cabeza. Al ver la luz hizo una mueca, pero no lloró. ¿Para qué? En el alero chillaban las crías de golondrina, mientras sus progenitores se esforzaban en atrapar diminutos mosquitos. El aire fresco removía los geranios y traía el rumor de niños que corrían y juagaban en la plaza.

Horacio se abandonó unos segundos mientras oía correr el agua caliente que llenaba la bañera. El primer baño de… Pero… ¿Cómo la llamaría? Hasta ese momento, hasta saber si era niño o niña, no quiso pensar en un nombre, y ahora… Meses atrás jugó con nombres comodín, de esos que sirven para todo. Pero no, quería ver su cara y después encontrar un nombre que le sentase bien, que no le quedase ni corto ni largo, ni grande ni pequeño.

A eso del mediodía, cuando faltaban diez minutos para las dos, los relojes dejaron de latir sin nadie darse cuenta. El tiempo no se detuvo, pero parecía no pasar. Más tarde. ¿Cuánto? ¿Quién sabe? El hambre marcó la hora de comer, y después el sueño la hora de dormir.

Tres años han pasado y aun es ayer. Aquella niña, de ojos color miel, resulta que se acabó llamando Elena, y ello le sienta bien, el nombre no se le ha quedado pequeño, ni le resulta grande.
A la hora de la comida, Elena le enseña un folleto a su padre.

.- Mira que huevos más bonitos. ¿Me comprarás un hermanito? Vanesa y Clara tienen dos cada una.

.- Ya, pero… ¿Tú sabes lo que cuesta incubarlos? Son casi nueve meses. Eso, si todo va bien. Mi amigo Fulgencio se pasó cerca de un año. Su huevo era muy grande y entonces tardan más.

.- Tú sabrás, pero yo quiero un hermanito. Si es una nena mejor.

.- Quizás. Pídeselo a los reyes.

.- Tú sabes que los reyes son los padres.

.- Pues eso, pídeselo a los reyes.

Detrás de un autobús, se lanza a la carrera un muchacho en patinete. Carlos Arvejón, un joven de dieciséis abriles, es el novio de Elena. A él le gustan los huevos y a ella no, y ello es motivo de frecuente discusión.

La semana pasada, que también era ayer, encontraron un reloj en uno de los cajones del laboratorio de su instituto. El profesor les ha reñido dulcemente y se lo ha arrebatado. ¡Con esto no se juega! Les ha dicho. Yo también tuve de estos, pero nadie los usa, ya no sirven y provocan cefaleas.

El verano ha llegado y con él los helados y las piscinas. Esta noche Elena no tiene sueño. Sigue viendo episodios  antiguos de “The Walking Dead” en versión original, hasta tarde.

El Sol ha vuelto a asomar la nariz entre las terrazas de los pisos de enfrente. La melodía de la canción “lleyow submarine” de los Beatles se escapa del altavoz del Samsung GT-E1150. Insiste a intervalos de cinco minutos, hasta que Elena abre un ojo que lucha contra las legañas y la luz hiriente. Un calendario en la pared nos habla de junio de 2013. Una voz lejana ataca de nuevo: ¿Elena, que ya son las nueve! ¡Espabila, levántate!

Todo apunta a que hoy ya no es ayer. Algo de todo esto debe de ser un sueño, pero… ¿Quién lo soñó? ¿O quien lo está soñando…?

miércoles, 8 de abril de 2020

La cigarra y la hormiga


Aun era invierno, no había llegado el día de los enamorados, pero el Sol calentaba tibiamente la plaza del pueblo. El cigarra cogió su altavoz con bluetooth, y con un vaso de cerveza en la otra mano, comenzó a canturrear la canción "Resistiré" animando a los pocos que se atrevían a pasear a esa hora de la mañana. La pequeña hormiga Angelines le gritó desde su ventana entreabierta.

¡No tienes nada mejor que hacer! ¡Se te van a congelar esas patas de palillo!

Pedro el cigarra ni tan siquiera le oyó, estando como estaba embelesado con la vista armoniosa del vuelo de unas grullas que se encaminaban volando hacia el Norte. De hecho estuvo un buen rato dándole vueltas a la idea de si los machos de tales aves se llamarían grullos, o grullas macho. No llegó a ninguna conclusión satisfactoria y paso a otro tema, esta vez, de Camilo Sexto.

Mientras tanto en casa de Angelines, ella y buena parte de sus hermanas, se afanaban en variados minijobs, lo que ellas llamaban geringfügige Beschäftigung: alimentar a la reina, cuidar a las larvas, preparar chucrut, jugar al Himmel und Hölle, invertir en un plan de pensiones...

La cerveza duró lo que duran dos peces de hielo en un "whisky on the rocks", pero mayo fue alegrando la vida de los habitantes del planeta con sus flores multicolores y muchos de ellos se enamoraron y algunos incluso fueron correspondidos. Ese no fue el caso de Pedro el cigarra, que bebía los vientos por una saltamontes de cuerpo metalizado que le sorbió el seso y le produjo incluso fiebre.

El asunto no prosperó y, de hecho, la metalizada saltamontesa se fue a otro barrio con brisa fresca de levante y un par de amigos de la infancia. Nuestro Pedro del alma la extrañó un tiempo, hasta que encontró otro entretenimiento, contar los vilanos que salen disparados en todas direcciones al soplar las bolas de semillas del diente de león.

Se tomó su tiempo y lo hizo de forma científica anotando en un cuaderno de hojas cuadriculadas el lugar y la hora en los que soplaba, el tamaño de la bola, la dirección y velocidad del viento y el número de vilanos. En agosto la cantidad de datos era inmensa y el número de cuadernos era ya de dos dígitos.

Con la ayuda de un primo lejano se hizo con un ordenador portátil con el que ordenar tanto dato, lo que de resultas produjo unos gráficos tridimensionales coloreados y dignos de un estudio del MIT. No sólo de ciencia vive el hombre, ni las cigarras, por lo que se hubo de atraer la colaboración de otros primos que aportaron hamburguesas y agua de Valencia.

Llegado septiembre el proyecto vilano cayó en manos de un fondo de pensiones que adquirió los cuadernos de hojas cuadriculadas a cambio de un viaje de ida, para tres, a las Bahamas. Parece ser que el vuelo de los vilanos ayuda a explicar la forma en que se transmiten las epidemias víricas en años bisiestos. ¿Quien lo iba a decir? Aquello que parecía no tener ninguna utilidad.

En las Bahamas playa, Sol, son y ron. Pero, que poco dura la felicidad en casa del pobre. El otoño llegó y con él un run run en el estómago, como de hambre. Tan lejos de casa, con hambre y sin vecinos con los que cantar. ¡Que triste!

Pedro el cigarra se fue quedando dormido en la arena, mecido por el rumor de las olas tuvo un sueño. En él Angelines y sus hermanas imprimían unos papelitos de colores. Se acercó y cogió uno, sobre el se leía: hormigabonos, 500 hormigueuros. En ese momento y en ese sueño una sombra creció tras él, la hormiga reina le dio un manotazo que le obligó a soltar el hormigabono, que cayo al suelo. Despertó sobresaltado y hambriento.

La desesperación le llevó a la boca un alga algo descompuesta con la que llenar el estómago, pero con eso pudo dormir al fin. Ya se sabe, suerte que Dios no ahoga aunque apriete. Pero, a veces, aprieta mucho.

10 consejos de Gabriel García Márquez


Dentro de su oficio literario, Gabriel García Márquez no sólo es reconocido por haber escrito novelas como Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975) y El amor en los tiempos del cólera (1985), sino también por su narrativa breve. Gabo sabía diferenciar entre el proceso narrativo de una novela y el de un cuento, y  a lo largo de su vida, siempre que se sentó a escribir, empleó una metodología distinta dependiendo del género.

Como resultado, encontramos que frente a sus novelas se erigieron libros de cuentos tan peculiares como Los funerales de la Mamá Grande (1962), La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972) y Doce cuentos peregrinos (1992), conjuntos de relatos en los cuales la estética garciamarquiana es afectada por las reglas internas que rigen la prosa de los cuentos.

Estos son los diez consejos con los que el escritor colombiano nos enseña a construir este tipo de historias:

1. Cuenta un cuento que te gustaría leer

2. Escríbelo como si vaciaras en concreto…

3. Piensa que la estructura va primero

4. Lee a Hemingway

5. Mantén la intensidad y la unidad

6. ¿Leíste a Hemingway? Pon en práctica sus consejos

7. Recuerda: el cuento es una incorporación a la vida cotidiana

8. Además, nace intacto…

9. Y también le sirve a los novelistas

10. Finalmente: no olvides que el orden de los cuentos en un libro de cuentos sí importa

Círculo de lectores confinados


Comenzó con la idea de quince días, quince cuentos. Pero en realidad serán más. Cada día, mientras dure la cuarentena, publicarán en su web un cuento, gracias a la colaboración de editoriales como Alfaguara, Candaya, Contraseña, Ediciones del Periscopio, Errata Naturae, Impedimenta, Jekyll & Jill, La Navaja Suiza, Las afueras , Libros del Asteroide, Malas Hierbas Minúscula, Nórdica Páginas de Espuma periférica, Rayo Verde, Rata_Books, Salto de Página, Sexto Piso y Tránsito.

Luis Eduardo Aute


En el mar no crecen rosas. El punto de partida de Rosas en el mar, la canción que marcó el inicio de Luis Eduardo Aute, el cantautor fallecido el pasado sábado en Madrid a los 76 años, era la enumeración de una serie de imposibles basadas en esta imagen paradójica, la de la flor romántica por excelencia sumergida en las profundidades marinas. Hasta ahí, todo bien. De hecho, la primera estrofa –“Voy buscando un amor que quiera comprender la alegría y el dolor, la ira y el placer”– es una trampa que hace creer que nos hallamos ante una canción de amor que casi parafrasea los votos matrimoniales. Y puede que ese romanticismo fuera esencial para convertirla, en la España de 1967, en todo un éxito que puso la semilla no solo de la carrera de Aute, sino también de su intérprete, una joven vocalista de nombre sofisticado, Massiel, que iniciaba una trayectoria ascendente como estrella pop.


Don Quijote de Manhattan


Admitámoslo: hay libros que se eligen por su cubierta. Y es que ¿cómo ignorar un libro en cuya cubierta aparecen atravesando las calles de Nueva York don Quijote caracterizado como C-3P0, enarbolando una Biblia en una mano y un paraguas en la otra, y Sancho Panza vestido de ewok? A la vista de esta imagen, ¿qué persona en su sano juicio ‒y más para un amante de don Quijote‒ podría no caer en la tentación de, siquiera, averiguar de qué trata la última novela de Marina Perezagua, ? Con esta novela Perezagua explora un tema que podría constituir, por sí mismo, un subgénero narrativo iniciado por el misterioso Alonso Fernández de Avellaneda: el de las apócrifas continuaciones del Quijote. Un tema que se ha visto revitalizado por el IV Centenario de la muerte de Cervantes, con alguna que otra novela que se ha atrevido con el curioso experimento de traer al Caballero de la Triste Figura y a su glotón escudero a la actualidad. Ejemplos son Don Quijote en la España de la reina Letizia de Amando de Miguel o el propio libro de Perezagua.

El espejo gótico


La Melancolía no es necesariamente poética; sin embargo, el Romanticismo la reclamó como un ingrediente imprescindible para el hecho poético, esencialmente debido a que este movimiento supuso que el arte, o mejor dicho, toda intención artística, procede de un estado de tristeza.

María Comín Oliveres


María Comín es hija de Alfonso Carlos Comín Ros y de María Lluïsa Oliveres.  Nació en Málaga en 1963. Entre 1980 y 1985 se licenció en historia en la Universidad de Barcelona (Historia Contemporánea, Historia de América, Antropología).

Entre enero y septiembre de 1988 fue corresponsal en Nicaragua para TV2 (En marzo se consiguió el acuerdo de Sapoá entre el gobierno sandinista y la contra). En junio del mismo año participó desde Nicaragua en el programa de RTVE "Equinoccio". De enero a octubre de 1988 es investigadora y responsable de CRIES (Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales en Nicaragua). Entre 1988 y 1990 es corresponsal en Nicaragua del "Diari de Barcelona". Entre 1992 y 1995 trabaja en la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), coincidiendo con la época en la que Jordi Gasull Batlle dirigió la Confederación de Asociaciones de Vecinos de Cataluña (CONFAVC). En esta etapa coordinó la elaboración del periódico vecinal "La veu del carrer" de la FAVB.

Entre el 1992 y el 2000 trabajó en ACNUR en la investigación sobre experiencias sociales y económicas de refugio, retorno y reconciliación. Entre el 1991 y el 2000 ejerció de Coordinadora de un proyecto de Cooperación internacional en educación universitaria en América Central y Caribe. Este trabajo lo realizó desde la ONG "La ceiba i l'alosa, un racó de trobada".

María Comín se ha mostrado contraria a las tesis de su hermano Antoni Comín.

Jordi Gasull participó en la Asamblea de Cataluña, desde las filas del PSUC. Fue miembro de la Fundación Pere Ardiaca. Ya entrado el siglo XXI trabajo en un proyecto de periódicos vecinales, "L'independent", que se publicó en diversos barrios de Barcelona y pueblos del cinturón.

lunes, 6 de abril de 2020

Anhelo un futuro de 24 horas

Anhelo un futuro de 24 horas, 8 para dormir, media para soñar y al final un instante para volver a desear un futuro de 24 horas, y así sucesivamente… “Who day passes year pushes”, o tal cual se dice en Cataluña “Qui dia passa any empeny”.

El ruido interior me despierta y vence al sueño, impulsado por el dolor de espalda, los miedos y algún remordimiento, por lo que se pudo hacer y no se hizo y por lo que se hizo y ninguna falta hacía.
Desayuno, ejercicio, algo de trabajo y la realidad cotidiana: ¿Mascarilla si, o no? ¿Se llegó a tiempo con las medidas de confinamiento, o se hizo tarde? ¿Aquí lo hemos hecho mejor o peor que en China, Italia, Francia o Alemania? ¿Cuánto durará esto?

Necesitamos certezas que nos rebajen la angustia que nos produce la incertidumbre del futuro cercano. Cada cual adopta unas u otras verdades incuestionables, en función de su escala de valores adquirida con anterioridad, no importa cuál sea esta.  Sin duda hay unas certezas y verdades más populares que otras, pero todas ellas son válidas, pues apelan a lo más íntimo y cercano a cada cual.

Estas certezas suelen ser entes cercanos a otras certezas de nuestro bagaje intelectual: Puede ser que a todos nos espere una vida después de la muerte, que algún ser superior y extracorpóreo observe, dirija, premie o castigue nuestros actos, que todos los parias de la Tierra derroten unidos a los opresores, que el capitalismo haya entrado en la crisis definitiva que le llevará a su destrucción, que mientras los ricos se enriquezcan más, los pobres hayan de malvivir en peores condiciones, que Donald Trump sea un depravado egoísta que dejará morir a millones de sus conciudadanos, que después de la noche vendrá un nuevo día, que el hecho de que la población mundial no haya dejado de crecer se deba a la capacidad de adaptación de los humanos a todo tipo de circunstancias…

De cómo se crean, crecen, se expanden y mutan estas certezas y verdades son testigos activos los mecanismos que nos permiten interactuar entre nosotros, los personales y los colectivos.

¿Has visto?... Así comienza una comunicación que comparte algo entre dos personas que tienen ya una buena biblioteca de verdades de fe, compartidas en todo, o en parte, o en nada. Alguien ha encontrado un indicio significativo para él, que puede ser beligerante con sus verdades propias, o más frecuentemente apoyo de las mismas. Y, una vez valorado a la vista de sus propias verdades de fe, se dispone a compartirlo para continuar estructurando y poniendo a prueba esas certezas, bien sea en contraposición o en colaboración con esa otra persona con la que nos comunicamos. En todo este proceso dejamos una pequeña rendija abierta a la duda, pero no muy amplia ya que ello produce la temida angustia.

En el caso de los medios de comunicación, las noticias nos interpelan con su ¿Has visto?... Y nosotros miramos sólo el titular, o no lo miramos, o miramos la fotografía, o el autor del texto o entramos en el texto de la noticia. Y si lo hacemos contestamos: ¡Ya lo sabía yo!, o ¡no te lo dije!, o ¡mira que son tendenciosos!, o ¡como mienten!, o ¡no se mojan!, o… Y nosotros apuntalamos o modificamos poco a poco nuestras verdades y nuestras certezas.

¿Y los medios de comunicación? ¿Cómo deciden qué tipo de ¿Has visto?..., y en qué posición dentro del medio, emiten? Esa es la auténtica piedra filosofal que convierte el plomo de la realidad en el oro de las cuentas bancarias de los grupos de presión que los controlan. En que oscuro laboratorio se formula ese elixir de la vida es algo que se me escapa, pero, tan cierto como que el Universo es inmenso, ha de ser elaborado por alguien con un fin diferente al inocente objetivo de informar.

Las noticias y las verdades y certezas que avalan los medios de comunicación son como gatos de Schrödinger, metidos dentro de cajas cerradas, compartidas con virus COVID19. Desde fuera no podemos asegurar si los gatos-noticia están aún vivos o han pasado al mundo de los muertos, de hecho están a la vez medio vivos y medio muertos. Hasta que, por fin, abrimos la tapa y leemos la noticia-gato y hacemos colapsar su función de onda cuántica y al albur de nuestros prejuicios y verdades adquiridas el felino resulta ser al final un superviviente o, por el contrario, un cadáver prescindible.

Si pudiésemos viajar a un universo de más dimensiones, podríamos preguntarnos si los medios de comunicación son el instrumento o, más bien, la medida de la realidad.  También seria interesante saber si sus noticia-gatos son contemporáneos o, por el contrario, existen en otros universos, y lo que ahora vemos es solo lo que ya ha ocurrido, o lo que ha de venir. A veces leo algún ¿Has visto?... y me siento atrapado en un túnel de gusano que me transporta desde una conclusión imposible a unas premisas falsas.

En esta tesitura, a la hora de la siesta, ataré mi caballo a la sombra de un ciprés, junto al arroyo de aguas frías y cantarinas, escuchando el cantar de los pájaros, a la espera de que el oxígeno se anime a llegar a los alveolos más profundos de mis ramificaciones pulmonares y colabore lo justo a la actividad cerebral, como para mantenerme vivo un día más.

Quien tenga caballo, que lo ate en verde prado, al abrigo de los vientos del norte. Después de la siesta mírele a los ojos y sueñe con él que cabalgan hacia el ocaso en busca de nuevas aventuras.

sábado, 4 de abril de 2020

Cara y cruz


Si llegase a morir un 5% de la población mundial debido al COVID19 aun quedarían 7.360 millones de personas para poblar la Tierra, por tanto, ¿porque preocuparse?

Bueno, siempre hay una cierta probabilidad que uno de esos muertos sea uno mismo, y eso es muy preocupante. Aunque nadie lo sabe ni lo puede saber antes de que ocurra, pongamos que nuestra probabilidad de morir por el virus sea de un 0,01 y que la probabilidad de que nos toque la lotería de Navidad es de un 0,00001. Como se ve es mucho más probable morir en estas circunstancias, que no que a uno le toque la lotería, con el agravante de que a esto jugamos todos, a la lotería sólo quien quiere.

Aparte de esta relativa preocupación, está el hecho de que el afectado puede ser nuestro hijo, o nuestro padre, y esto, aunque menos, también preocupa mucho.

La muerte de un hijo es irreparable, por cierto, como todas las muertes, a no ser que alguien sea capaz de reanimar al difunto, con una previsión de viabilidad razonable. Por otra parte, parece lógico, que la irracional e ignorante Naturaleza, nos haya preparado emocionalmente para asumir la muerte de alguien mayor que nosotros, pero no para la muerte de nuestros hijos, en quienes hemos depositado toda la confianza, para que sigan manteniendo en el tiempo nuestra herencia genética.

Datos provisionales nos informan que mientras el 15% de los infectados de más de 80 años mueren, en el caso de las personas entre 50 y 60 años esto sólo es para el 2% de ellos. Esta epidemia borrará del padrón a mucha gente mayor, aliviando los costes de las pensiones y la Seguridad Social. Si estas cifras se acabasen de confirmar podrían suponer la muerte de más de 200.000 abuelos y abuelas de más de 80 años. Siendo la media de la pensión de 1.008 euros, supondría un ahorro mensual de unos 200 millones de euros. Tampoco se ahorra tanto.

Queda por valorar el pequeño detalle de que este abuelo o abuela podría ser uno de nuestros seres queridos. Tampoco es desdeñable el empleo que genera la atención a nuestros mayores, desde la limpieza hasta la cadena de suministro, pasando por los equipos sanitarios y administrativos. Si los países desarrollados han de modificar su pirámide poblacional dotándola de más base que aguante las capas superiores, mientras podamos disponer de unos servicios sanitarios bien dotados, este episodio epidémico no cambiará notablemente el marco demográfico.

Resumiendo, los humanos ganaremos esta batalla, aunque más nos valdría, como especie, perderla en parte, para dejar hacer a la “Selección Natural” de Darwin, de forma que nos permita adaptarnos a los cambios ambientales. Los individuos concretos ya veremos si ganamos o perdemos, y en qué medida. Somos lo que recordamos y recordamos lo más cercano y que más nos afecta y también lo que los medios de comunicación se preocupan de repetirnos, para que nos acordemos y eso seamos. Recordaremos que hay buenos y malos y que nuestra vida pende de los hilos que ellos mueven. Pero claro esos buenos y malos son los que machaconamente nos repiten los mismos medios de comunicación.

Quizás de todo ello se aprenda algo, si es que hay algo que aprender. Al final de la Primera Guerra Mundial, tras la “gripe española” se debió aprender algo, quizás. Tras ello llegó el nazismo, la Segunda Guerra Mundial, el uso de las armas atómicas, y para que seguir enumerando más cosas. Un siglo después el mundo ha cambiado mucho, en algunos aspectos y en algunas regiones, y para algunos estratos sociales. Y, sin embargo, el mundo sigue rodando con su lento caminar, de forma muy similar, en algunos aspectos, a como lo hacía hace siglos.

Pasará todo esto, que de todas las crisis se sale, de las sanitarias y de las económicas, y el mundo volverá a rodar, y algunos no saldrán y otros saldrán peor que estaban y algunos saldrán mejor parados. Esto siempre es un intercambio, lo que unos pierden, otros encuentran.

Olvidaremos esto, como todo se olvida, y pensaremos de nuevo que a la cabeza de la creación podemos modelar la naturaleza a nuestra imagen y semejanza como hemos creído poder hacerlo. Pero a pesar de todo, la naturaleza, de la que formamos parte íntimamente fusionada, nos habrá recordado que somos prescindibles, salvo para nosotros mismos, y que en el sobresalto producido por un bache cósmico, o terrenal, podemos salir despedidos del tren de la historia quedando aparcados en la cuneta.

Lo dicho cuídense, si tienen edad procreen, ganen con que comer y, si les dejan, sean felices.