Es difícil desgranar lo que pueda significar ser nacionalista sin pasión. Mucho menos me atrevo a definir nación.
Para referirse a aquel sitio de donde se es, se usan las palabras país, nación, estado, patria. País suena bien, nación lo asoció a DNI y pasaporte, estado a administración de la hacienda y patria, ya se sabe, aquel lugar por el que sentimos aquello tan profundo.
Por si aclarase algo, que no creo. Si en un formulario se me pide que anote el país en el que vivo buscaría la opción de Spain, creo que de esta forma en el extranjero se harían mejor idea de en donde estoy. Dentro de España no vería la necesidad de aclarar en que país vivo. Cuando hablan desde fuera del estado lo tengo más claro. España es uno de los estados miembros de la Unión Europea. Curiosamente eso que desde fuera es claramente el Estado Español, desde dentro no resulta tan claro pues al parecer de algunos es el estado más las comunidades autónomas, más los ayuntamientos, más… Por lo que hace a la patria, para mí habría de decir que no existe, lo más parecido es un conjunto de rincones del pueblo en que nací, a los que vuelvo cada año, pero ya sólo de paso.
De lo que dije anteriormente no estoy muy seguro, por lo que me ruboriza pensar en comentar con nadie estas asociaciones de palabras.
Volviendo al nacionalismo. Es este un sentimiento político. Es decir con fines políticos. Y por fines políticos entiendo, la intención de influir en los poderes establecidos para, en este caso, modificar las instituciones de determinados territorios.
De entre los nacionalismos podemos ver dos tendencias antagónicas. Unos los nacionalismos aglutinadores, otros los nacionalismos disgregadores.
Con un ejemplo quedará más claro.
Entre los nacionalismos que buscaban sumar podrían citarse el italiano de Garibaldi, el alemán de Hitler o de la reunificación de 1990. (Pretender, como se pretende a veces, que la España de los Reyes Católicos es el fruto de una concepción nacionalista, a la manera del nacionalismo actual, me parece discutible).
Entre los nacionalismos disgregadores están los aparecidos en las diferentes comunidades autónomas españolas.
Para estos nacionalistas autóctonos el territorio (País, nación…) pasa a ser el sujeto de los derechos políticos. En este sentido se habla de los derechos históricos y la lengua de Catalunya, El País Vasco, etc. De esta forma los derechos de los ciudadanos pasan a un segundo plano muy por debajo de los derechos del territorio. Aquello que tanta sangre costó durante la revolución francesa, es decir, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pasa a estar tutelado por los politólogos del nacionalismo y se nos irá suministrando en la medida que demostremos ser buenos catalanes, vascos o leoneses.
¡ Hasta aquí podíamos llegar, si esto opinamos es que no somos más que unos nacionalistas españoles !
Yo creo que no, pero quien sabe.
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