En el caso concreto de García Oliver, que dejó la escuela con 11 años, la cárcel fue su universidad. En general, en una época en la que los hijos de los obreros entraban en las fábricas muy niños, los líderes sindicales entendieron perfectamente que, sin cultura, los “esclavos del sueldo” –porque eso eran con apenas ocho años– no iban a tener conciencia de su posición social.
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