¿Izquierda o derecha? ¿Es esa la cuestión? Posiblemente no. O no sólo. O no para empezar.
Lo que sigue ahora es un artículo de ABC ("El origen histórico de la izquierda y la derecha política").
La división izquierda-derecha tiene una fecha de nacimiento dudosa. Todos la sitúan en las primeras semanas de la Revolución Francesa, pero no todos coinciden en cuanto al día. Hay un primer grupo de autores que ubica el origen de la expresión el 28 de agosto de 1789.
Los partidarios de que el Rey tuviera derecho de veto se sentaron a derecha del presidente
Uno de ellos es Gustavo Bueno, que en «El mito de la izquierda. Las izquierdas y la derecha» (Ediciones B) dice lo siguiente: «Fue en la sesión del 28 de agosto de 1789, es decir, ya constituido el tercer estado como Asamblea Nacional cuando (acaso por analogía con la Cámara de los Comunes, en la que el partido en el poder se sienta siempre a la derecha, dejando la izquierda para la oposición) los partidarios del veto real absoluto se pusieron a la derecha y los que se atenían a un veto suavizado, o nulo, a la izquierda. Esta “geografía de la Asamblea” —como decía Mirabeau ya el 15 de septiembre de 1789— se mantuvo».
Por contra, un segundo grupo sitúa el nacimiento de la izquierda y la derecha el 11 de septiembre de 1789, solo dos semanas después. Aunque las fechas bailan, sí hay consenso en torno a la circunstancia que provocó este reparto del espacio en la Asamblea Nacional.
Una forma práctica de votar
Al parecer sucedió en Versalles. Los políticos estaban debatiendo sobre el derecho a veto del Rey en las decisiones que tomase la Asamblea y surgieron tres grupos. Uno que estaba a favor que el monarca pudiera tumbar las decisiones de la Asamblea. Otro que estaba en contra y que contemplaba la opción del veto suspendido, que impedía al Rey derogar las decisiones de la Asamblea durante una o más legislaturas. Y, por último, un grupo de indecisos.
Cuentan que para facilitar el recuento (pues votaban a mano alzada) las distintas tendencias se repartieron el espacio de la Asamblea. Hay quien dice que fue para facilitar el diálogo entre los partidarios de una y otra opción. El caso es que a la derecha del presidente se colocaron los que estaban a favor del veto real, a la izquierda los que estaban en contra y en el centro los indecisos. Después de este reparto, los franceses de la época no bautizaron las distintas tendencias como izquierda o derecha, sino como «la montaña» (izquierda), «la llanura» (derecha) y «la marisma» (los indecisos que ocuparon el centro de la sala).
¿Qué defendía cada ideología?
– A la izquierda del presidente se sentaron los partidarios de una nueva constitución. Entre ellos estaba, desde el primer día, Robespierre. Estos eran partidarios del veto nulo o suspendido, es decir, de impedir que el Rey pudiera tumbar las decisiones de la Asamblea.
– En el centro de la Asamblea se situaron los indecisos (o moderados, según otras publicaciones). Estos no tenían una postura definida en torno al papel del Rey.
– A la derecha del presidente se situaron los defensores del poder real. Estaban a favor de que el monarca pudiera vetar las decisiones de la Asamblea Nacional. Este grupo lo formaron absolutistas convencidos, gente de la Nobleza y el clero principalmente.
En el mismo artículo de ABC también se puede leer:
Según el último barómetro del CIS, el 40% de los españoles se define de izquierdas. Según esa misma encuesta, solo el 15% se sitúa en la derecha política.
Por otra parte.
En la segunda mitad del siglo XX, el profesor de Teoría Política de la Universidad de Heidelberg, Klaus von Beyme, categorizó a los partidos políticos europeos en siete familias, de izquierda a derecha, comunistas, socialistas, verdes, liberales, cristiano-demócratas, conservadores y extrema derecha. Von Beyme adjudicó el orden de los partidos dependiendo de sus posiciones en la propiedad de los medios de producción, y en asuntos sociales.
Sobre el liberalismo podemos leer en Democresía una entrevista a Mario Vargas Llossa.
JB: ¿Qué dibujo hace, cuál es su noción de liberalismo?
MVL: Creo que lo importante con el liberalismo es despojarlo de la caricatura en que lo convirtió la izquierda, presentando a esa doctrina como la máscara que utilizaba el capitalismo explotador, el imperialismo, detrás de la supuesta democracia que decía defender. Uno de los grandes triunfos de la izquierda dogmática en el mundo es haber convertido al liberalismo, que es la fuente de las grandes transformaciones progresistas en la historia del mundo en esa caricatura, en la gran máscara ideológica de la explotación.
El liberalismo no es una ideología. Las ideologías son las religiones laicas que defienden verdades absolutas. El liberalismo es una doctrina y dentro del liberalismo hay por supuesto controversias muy grandes como sabe cualquiera que haya asistido a una conferencia o congreso de liberales, donde lo que siempre salta a la luz son las grandes diferencias que hay entre los liberales sobre muchísimas cosas.
Ahora, entre ellos sí hay un denominador común, que son unos ciertos valores elementales que todos los liberales defendemos, aunque sobre muchas otras cosas tengamos discrepancias muy profundas: el liberalismo es inseparable de la idea de libertad. La esencia del liberalismo es una convicción profunda de que la libertad es el valor supremo.
Y de que la libertad no es divisible. Esto es muy muy importante porque muchas veces los llamados partidos liberales, los llamados gobiernos liberales han fracasado porque no tenían en práctica esta idea de la libertad como algo indivisible. ¿Qué quiere decir indivisible? Quiere decir que para un liberal no puede haber una política liberal si no hay al mismo tiempo una economía en libertad y si la libertad no se ejercita al mismo tiempo en el ámbito social, en el ámbito cultural, en el ámbito personal… Esta es una idea básica del liberalismo: las libertades son en última instancia una sola y deben avanzar todas simultáneamente en todos estos campos para producir una transformación profunda de la sociedad hacia algo mejor. Es decir, hacia una sociedad donde haya más prosperidad y donde haya mayores oportunidades para que todos puedan realizar sus propias ambiciones y sus propios anhelos.
En Debate21 podemos leer un interesante artículo que analiza la evolución de los partidos políticos en Europa.
El programa de un partido debe establecer estrategias para llevar a cabo la gestión del Estado en el ámbito de las Instituciones en las que participen sus representantes, bien sea de forma mayoritaria o
minoritaria. El resultado de esta práctica, de difícil análisis muchas veces, mostrará de que manera ha protegido o favorecido a las clases sociales a las que, en teoría, pretendía favorecer.
Existen por otra parte unos valores que los ideólogos de los partidos intentan asimilar y asociar.
Libertad.
Es innegable que uno de los valores más trascendentales del ser humano es la libertad; se podría definir siguiendo a Martínez Echeverri (1998), en los términos siguientes: “Es el estado de la persona que no es esclava y por tanto tiene la facultad de realizar algo por sí misma, por iniciativa propia” (p.339). En razón de esta definición, la libertad está en relación con la autodeterminación que aunque lleva limitaciones de carácter ético representa la concepción de actuar en sentido político conforme a la ley del Estado.
Garate (op.cit), considera que la libertad es blasón del ser humano, es divisa trascendente del hombre y valor presente en sus ideales no se da acto humano sin libertad y basta la libertad para que exista un acto humano, por tanto, la libertad es tanto como una acción humana.
Marx, citado por el mismo Garate, exteriorizaba el concepto de libertad diciendo:
La libertad es hasta tal punto la esencia del hombre que hasta sus oponentes la comprenden…ningún hombre lucha contra la libertad; en todo caso, lucha contra la libertad de los otros. La libertad ha existido siempre, en todas sus manifestaciones, solo que algunas veces como privilegio especial y otras como derecho universal. (p.22).
Moreno (2001), refiriéndose a Savater expresa: “Hay que educar para la ética a fin de dar sentido solidario a la propia libertad, educar es por sí misma una labor ética emancipadora y sobre todo, es la lucha contra la fatalidad”.(p. 10). La educación debe comenzar muy temprano en los jóvenes formando sus valores éticos para ir construyendo desde el principio las raíces del buen ciudadano, porque la reflexión moral debe ser parte esencial de cualquier educación digna de ese nombre que se precie de serlo. En tal sentido, es importante que quienes educamos nos preocupemos por la totalidad de la persona y proyectemos didáctica y personalmente la vivencia de los valores, y la trascendencia hacia la que esto conduce a fin de lograr la formación de personas para que sean solidarias, tolerantes, amantes de la paz y preocupadas por el cuidado del medio ambiente, de tal manera que, siguiendo con los conceptos expuestos por Savater (2001), podamos expresar con él:
Formar una sociedad democrática es educar a ciudadanos que van a tener mando, es decir, no simplemente se trata de preparar personas que van a trabajar, no es simplemente preparar a personas que van a ocupar un puesto en la sociedad, no es simplemente enseñar normas de conducta para que las personas no causen problemas y no causen trastornos en su medio social: es crear personas que vayan a protagonizar la gestión de la sociedad. (pág.20)
Justicia social.
La justicia social se refiere a las nociones fundamentales de igualdad de oportunidades y de derechos humanos, más allá del concepto tradicional de justicia legal. Está basada en la equidad y es imprescindible para que los individuos puedan desarrollar su máximo potencial y para que se pueda instaurar una paz duradera.
Todas las personas tenemos necesidades básicas comunes, que se traducen en derechos humanos fundamentales: el derecho a la propia identidad, a la supervivencia, a la educación a expresarnos con libertad y a ser tratados con dignidad y respeto, por ejemplo.
Cuando estas necesidades fundamentales no se satisfacen nos encontramos frente a inequidades, que pueden darse tanto en los países industrializados como en países en desarrollo. Lo que convierte estas situaciones en injusticias es que pueden ser evitadas: no se trata de problemas irresolubles a los que no podamos hacer frente, sino que a menudo han sido provocados por personas y persisten porque mucha gente se desentiende de ellos. La decisión de promover o negar la justicia social está en manos de las personas, ya sea a escala individual, local, nacional o mundial.
Solidaridad.
En sociología, solidaridad se refiere al sentimiento de unidad con otros individuos basado en unas metas o intereses comunes. Es un término que se refiere a ayudar sin recibir nada a cambio porque lo que se hace se considera bueno.
La base de la solidaridad varía entre las sociedades. En las sociedades simples puede basarse principalmente en el parentesco y los valores compartidos. En las sociedades más complejas hay varias teorías sobre lo que contribuye a un sentimiento de solidaridad social.
La solidaridad es también uno de los seis principios de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea y el 20 de diciembre de cada año se celebra el Día Internacional de la Solidaridad Humana como observancia internacional.
Laicidad.
La laicidad del Estado y de sus instituciones es ante todo un principio de concordia de todos los seres humanos fundado sobre lo que los une, y no sobre lo que los separa. Este principio se realiza a través de los dispositivos jurídicos de la separación del Estado y las distintas instituciones religiosas, agnósticas o ateas y la neutralidad del Estado con respecto a las diferentes opciones de conciencia particulares.
Puede definirse la laicidad como un régimen social de convivencia, cuyas instituciones políticas están legitimadas por la soberanía popular y no por elementos religiosos.
Igualdad.
La igualdad es el trato idéntico, sin que medie algún tipo de diferencia por raza, sexo, condición social o económica, condición, física, mental, intelectual o sensorial o de cualquier naturaleza. Donde todas las personas tienen los mismos derechos y las mismas oportunidades. Supone que todas las personas tienen los mismos derechos y las mismas oportunidades.
En ocasiones hablamos de la igualdad que debe existir para las personas ante la ley; también nos referimos a que lo importante es considerar la condición de ser humano, para lograr así la igualdad para todos. Pero no obstante existe una tercera concepción que es la equiparación o el trato equitativo que procura observar el ámbito social y condiciones de existencial de cada individuo.
La equiparación lo que procura es brindar la accesibilidad a las personas menos favorecidas a los servicios, sectores y sistema de la sociedad. Es este el principio de igualdad que facilita la integración, tomando como bases las necesidades y otorgando la importancia a cada uno; creando un sistema de planificación, que permita garantizar la igual oportunidad de participación.
La igualdad y desigualdad se mantienen en un constante conflicto; donde cada vez más existen diversos grupos que abogan por la inclusión y el trato igualitario; pero no obstante a esta situación, también se manifiesta la desigualdad que impera en la sociedad, cuando se benefician a numerosos individuos y excluyendo a muchos más, solo por un trato discriminatorio. Debemos como ser humano, como Sociedad y Nación, equiparar las oportunidades a cada una de las personas que integran los diversos sistemas de la sociedad; observando sus capacidades y aptitudes y no sus diferencias (raza, sexo, religión, condición social, política, económica, y la discapacidad) pues estas simplemente crean un matiz y un contraste de los diversos tipos en la sociedad.
La equiparación el trato igualitario, permite que todo individuo pueda desarrollarse y dar lo mejor de sí, brindando un aporte significativo para la sociedad; lo que favorece que se avance en el sistema productivo y social de toda Nación.
Independientemente de las diversas legislaciones y convenciones que procuran garantizar la igualdad, esta nunca será una realidad hasta tanto no logremos que las personas y las instituciones públicas y privadas, la asuman como un valor que debe ser una constante en su vida.
Propiedad privada.
La propiedad es la facultad o el derecho de poseer algo. La noción se usa para nombrar a lo que resulta objeto de dominio dentro de los límites de la ley (como una casa) y a aquello que es un atributo o una cualidad personal (el talento, la belleza).
Algo privado, por su parte, es lo particular y personal de cada individuo (y que, por lo tanto, no pertenece a la propiedad estatal o pública). Si una clínica pertenece a un empresario, se trata de una clínica privada; en cambio, si una clínica se encuentra bajo la órbita del Estado, estamos ante una clínica estatal.
En el ámbito del derecho el concepto de propiedad privada hace referencia al poder jurídico completo de una persona sobre una cosa. La forma en que esta idea se plasma en la realidad a través de las leyes ha cambiado a lo largo de la historia; como veremos a continuación.
Según la filosofía, la propiedad privada es un derecho que tienen los individuos y que surge del fundamento que determina que el ser humano es un ser que tiene por naturaleza; lo cual significa que es un individuo capaz de transformar la materia: no se limitan a usar, crean nuevos valores hasta entonces inexistentes. La filosofía afirma que la posibilidad de poseer una propiedad privada supone una protección de la persona ante el eventual avance del Estado y de sus dirigentes políticos.
En la antigüedad, sin embargo, la propiedad privada no era individual, sino colectiva (de tribus o comunidades). Recién a partir de la Edad Media, con la posesión individual de la tierra, este concepto comenzó a desarrollarse según los parámetros que conocemos en la actualidad.
Protección a la familia.
Entendemos por familia al grupo primario del ser humano. Esto es así ya que la familia actúa como el primer grupo de personas con las cuales el ser humano que nace entra en contacto. La familia es el grupo responsable de cuidar y proteger al bebé pero también de integrarlo al mundo y de hacer que, a través de la enseñanza de prácticas, reglas y pautas de convivencia, pueda adaptarse exitosamente a las necesidades de la sociedad.
La composición de la familia varía de sociedad en sociedad, de país en país, de región en región, pudiendo en algunos casos ser muy numerosa y en muchos otros limitarse solamente a los integrantes centrales o nucleares: padre, madre e hijos. Convencionalmente se entiende por familiares secundarios a los tíos, primos, abuelos y sobrinos. Luego, también podemos mencionar a la familia política, es decir aquella que se establece en base a relaciones no sanguíneas: cuñado, nuera, suegros, yerno, ahijados, etc.
La importancia de la familia estriba principalmente en dos pilares fundamentales para la existencia del ser humano: por un lado, la familia brinda al recién nacido protección, cuidado y cariño, enseñándole a través de esas cosas reglas de comportamiento, dónde está el peligro, qué cosas no se deben hacer, cómo ser sano, cómo ser saludable, qué significa cada sensación, etc. Esto es así ya que un bebé (de cualquier tipo, no sólo humano) al ser abandonado sin ningún tipo de cuidado o protección de posibles peligros no podría sobrevivir por sí solo. Para los seres humanos, el cuidado y la protección de los padres es necesaria hasta la edad de la adultez, momento en el cual se entiende que la persona ya puede valerse y cuidarse por sí misma (en términos de edad, la adultez varía de país en país pero se suele establecer alrededor de los 16 a 18 años).
Pero otro de los factores más importantes de la familia, especialmente de la humana, es la posibilidad de establecer una comunicación con otros seres, fenómeno que le permitirá a uno luego adaptarse a la sociedad en la que viven otros individuos. Se estima usualmente que al recién nacido suele llevarle un tiempo comprender que la madre es un ser distinto a él mismo y allí es donde cumple un rol fundamental el padre, separándolos pero también permitiéndole al bebé comprender lentamente que es parte de algo mayor que sí mismo.
Participación ciudadana.
Del latín participatĭo, participación es la acción y efecto de participar (tomar o recibir parte de algo, compartir, noticiar). El término puede utilizarse para nombrar a la capacidad de la ciudadanía de involucrarse en las decisiones políticas de un país o región.
En este sentido, puede hablarse de la participación ciudadana a través de las elecciones, los referendos o los plebiscitos. El método más habitual de participación es el sufragio cada una determinada cantidad de tiempo para escoger a los representantes del pueblo. Esto se conoce como democracia representativa (la gente elige a los integrantes del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo).
Más allá de la participación electoral, la participación ciudadana en política puede concretarse a través de otros mecanismos, como la acción en organizaciones no gubernamentales o las manifestaciones públicas. Por ejemplo: “Necesitamos de la participación de la gente para bloquear este proyecto autoritario del gobierno”, “El plebiscito contó con una participación masiva de la ciudad”.
Educación.
La educación como bien universal e individual es uno de los valores más nobles e indispensables, en tanto colabora positivamente en la construcción y desarrollo de cada ser humano, permitiéndole alcanzar a través de las propias capacidades, su desarrollo integral.
En la educación se produce un intercambio que tiene que asegurar dos procesos, el de enseñar y el de aprender, ambos necesitan coexistir en cada uno, en un ciclo que dura toda la vida.
A través de la educación se transmiten muchas cosas, la cultura, la experiencia, los descubrimientos, el conocimiento que es patrimonio común, los valores morales, la fe y las costumbres. La educación alienta el desarrollo de habilidades, ofrece posibilidades, abre puertas y dignifica.
Si logramos disociar el término educación de la institución educativa únicamente, podemos entenderlo en su dimensión real, puesto que educan los padres y la familia en general, la escuela, la religión, la sociedad, los medios, el club de deportes…
Y para acabar la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
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