miércoles, 8 de abril de 2020

La cigarra y la hormiga


Aun era invierno, no había llegado el día de los enamorados, pero el Sol calentaba tibiamente la plaza del pueblo. El cigarra cogió su altavoz con bluetooth, y con un vaso de cerveza en la otra mano, comenzó a canturrear la canción "Resistiré" animando a los pocos que se atrevían a pasear a esa hora de la mañana. La pequeña hormiga Angelines le gritó desde su ventana entreabierta.

¡No tienes nada mejor que hacer! ¡Se te van a congelar esas patas de palillo!

Pedro el cigarra ni tan siquiera le oyó, estando como estaba embelesado con la vista armoniosa del vuelo de unas grullas que se encaminaban volando hacia el Norte. De hecho estuvo un buen rato dándole vueltas a la idea de si los machos de tales aves se llamarían grullos, o grullas macho. No llegó a ninguna conclusión satisfactoria y paso a otro tema, esta vez, de Camilo Sexto.

Mientras tanto en casa de Angelines, ella y buena parte de sus hermanas, se afanaban en variados minijobs, lo que ellas llamaban geringfügige Beschäftigung: alimentar a la reina, cuidar a las larvas, preparar chucrut, jugar al Himmel und Hölle, invertir en un plan de pensiones...

La cerveza duró lo que duran dos peces de hielo en un "whisky on the rocks", pero mayo fue alegrando la vida de los habitantes del planeta con sus flores multicolores y muchos de ellos se enamoraron y algunos incluso fueron correspondidos. Ese no fue el caso de Pedro el cigarra, que bebía los vientos por una saltamontes de cuerpo metalizado que le sorbió el seso y le produjo incluso fiebre.

El asunto no prosperó y, de hecho, la metalizada saltamontesa se fue a otro barrio con brisa fresca de levante y un par de amigos de la infancia. Nuestro Pedro del alma la extrañó un tiempo, hasta que encontró otro entretenimiento, contar los vilanos que salen disparados en todas direcciones al soplar las bolas de semillas del diente de león.

Se tomó su tiempo y lo hizo de forma científica anotando en un cuaderno de hojas cuadriculadas el lugar y la hora en los que soplaba, el tamaño de la bola, la dirección y velocidad del viento y el número de vilanos. En agosto la cantidad de datos era inmensa y el número de cuadernos era ya de dos dígitos.

Con la ayuda de un primo lejano se hizo con un ordenador portátil con el que ordenar tanto dato, lo que de resultas produjo unos gráficos tridimensionales coloreados y dignos de un estudio del MIT. No sólo de ciencia vive el hombre, ni las cigarras, por lo que se hubo de atraer la colaboración de otros primos que aportaron hamburguesas y agua de Valencia.

Llegado septiembre el proyecto vilano cayó en manos de un fondo de pensiones que adquirió los cuadernos de hojas cuadriculadas a cambio de un viaje de ida, para tres, a las Bahamas. Parece ser que el vuelo de los vilanos ayuda a explicar la forma en que se transmiten las epidemias víricas en años bisiestos. ¿Quien lo iba a decir? Aquello que parecía no tener ninguna utilidad.

En las Bahamas playa, Sol, son y ron. Pero, que poco dura la felicidad en casa del pobre. El otoño llegó y con él un run run en el estómago, como de hambre. Tan lejos de casa, con hambre y sin vecinos con los que cantar. ¡Que triste!

Pedro el cigarra se fue quedando dormido en la arena, mecido por el rumor de las olas tuvo un sueño. En él Angelines y sus hermanas imprimían unos papelitos de colores. Se acercó y cogió uno, sobre el se leía: hormigabonos, 500 hormigueuros. En ese momento y en ese sueño una sombra creció tras él, la hormiga reina le dio un manotazo que le obligó a soltar el hormigabono, que cayo al suelo. Despertó sobresaltado y hambriento.

La desesperación le llevó a la boca un alga algo descompuesta con la que llenar el estómago, pero con eso pudo dormir al fin. Ya se sabe, suerte que Dios no ahoga aunque apriete. Pero, a veces, aprieta mucho.

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