lunes, 6 de abril de 2020

Anhelo un futuro de 24 horas

Anhelo un futuro de 24 horas, 8 para dormir, media para soñar y al final un instante para volver a desear un futuro de 24 horas, y así sucesivamente… “Who day passes year pushes”, o tal cual se dice en Cataluña “Qui dia passa any empeny”.

El ruido interior me despierta y vence al sueño, impulsado por el dolor de espalda, los miedos y algún remordimiento, por lo que se pudo hacer y no se hizo y por lo que se hizo y ninguna falta hacía.
Desayuno, ejercicio, algo de trabajo y la realidad cotidiana: ¿Mascarilla si, o no? ¿Se llegó a tiempo con las medidas de confinamiento, o se hizo tarde? ¿Aquí lo hemos hecho mejor o peor que en China, Italia, Francia o Alemania? ¿Cuánto durará esto?

Necesitamos certezas que nos rebajen la angustia que nos produce la incertidumbre del futuro cercano. Cada cual adopta unas u otras verdades incuestionables, en función de su escala de valores adquirida con anterioridad, no importa cuál sea esta.  Sin duda hay unas certezas y verdades más populares que otras, pero todas ellas son válidas, pues apelan a lo más íntimo y cercano a cada cual.

Estas certezas suelen ser entes cercanos a otras certezas de nuestro bagaje intelectual: Puede ser que a todos nos espere una vida después de la muerte, que algún ser superior y extracorpóreo observe, dirija, premie o castigue nuestros actos, que todos los parias de la Tierra derroten unidos a los opresores, que el capitalismo haya entrado en la crisis definitiva que le llevará a su destrucción, que mientras los ricos se enriquezcan más, los pobres hayan de malvivir en peores condiciones, que Donald Trump sea un depravado egoísta que dejará morir a millones de sus conciudadanos, que después de la noche vendrá un nuevo día, que el hecho de que la población mundial no haya dejado de crecer se deba a la capacidad de adaptación de los humanos a todo tipo de circunstancias…

De cómo se crean, crecen, se expanden y mutan estas certezas y verdades son testigos activos los mecanismos que nos permiten interactuar entre nosotros, los personales y los colectivos.

¿Has visto?... Así comienza una comunicación que comparte algo entre dos personas que tienen ya una buena biblioteca de verdades de fe, compartidas en todo, o en parte, o en nada. Alguien ha encontrado un indicio significativo para él, que puede ser beligerante con sus verdades propias, o más frecuentemente apoyo de las mismas. Y, una vez valorado a la vista de sus propias verdades de fe, se dispone a compartirlo para continuar estructurando y poniendo a prueba esas certezas, bien sea en contraposición o en colaboración con esa otra persona con la que nos comunicamos. En todo este proceso dejamos una pequeña rendija abierta a la duda, pero no muy amplia ya que ello produce la temida angustia.

En el caso de los medios de comunicación, las noticias nos interpelan con su ¿Has visto?... Y nosotros miramos sólo el titular, o no lo miramos, o miramos la fotografía, o el autor del texto o entramos en el texto de la noticia. Y si lo hacemos contestamos: ¡Ya lo sabía yo!, o ¡no te lo dije!, o ¡mira que son tendenciosos!, o ¡como mienten!, o ¡no se mojan!, o… Y nosotros apuntalamos o modificamos poco a poco nuestras verdades y nuestras certezas.

¿Y los medios de comunicación? ¿Cómo deciden qué tipo de ¿Has visto?..., y en qué posición dentro del medio, emiten? Esa es la auténtica piedra filosofal que convierte el plomo de la realidad en el oro de las cuentas bancarias de los grupos de presión que los controlan. En que oscuro laboratorio se formula ese elixir de la vida es algo que se me escapa, pero, tan cierto como que el Universo es inmenso, ha de ser elaborado por alguien con un fin diferente al inocente objetivo de informar.

Las noticias y las verdades y certezas que avalan los medios de comunicación son como gatos de Schrödinger, metidos dentro de cajas cerradas, compartidas con virus COVID19. Desde fuera no podemos asegurar si los gatos-noticia están aún vivos o han pasado al mundo de los muertos, de hecho están a la vez medio vivos y medio muertos. Hasta que, por fin, abrimos la tapa y leemos la noticia-gato y hacemos colapsar su función de onda cuántica y al albur de nuestros prejuicios y verdades adquiridas el felino resulta ser al final un superviviente o, por el contrario, un cadáver prescindible.

Si pudiésemos viajar a un universo de más dimensiones, podríamos preguntarnos si los medios de comunicación son el instrumento o, más bien, la medida de la realidad.  También seria interesante saber si sus noticia-gatos son contemporáneos o, por el contrario, existen en otros universos, y lo que ahora vemos es solo lo que ya ha ocurrido, o lo que ha de venir. A veces leo algún ¿Has visto?... y me siento atrapado en un túnel de gusano que me transporta desde una conclusión imposible a unas premisas falsas.

En esta tesitura, a la hora de la siesta, ataré mi caballo a la sombra de un ciprés, junto al arroyo de aguas frías y cantarinas, escuchando el cantar de los pájaros, a la espera de que el oxígeno se anime a llegar a los alveolos más profundos de mis ramificaciones pulmonares y colabore lo justo a la actividad cerebral, como para mantenerme vivo un día más.

Quien tenga caballo, que lo ate en verde prado, al abrigo de los vientos del norte. Después de la siesta mírele a los ojos y sueñe con él que cabalgan hacia el ocaso en busca de nuevas aventuras.

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